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Udate

¡Por allá sopla! avistando cetáceos en la costa vasca

La ballena vasca, presente en los blasones de tantas y tantas localidades vascas, hace tiempo que abandonó el Golfo de Bizkaia. Sin embargo, orcas, cachalotes, delfines y ballenas minke son cetáceos que aún hoy habitan nuestra costa

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Texto: Alvaro HILARIO  Fotografías: Marisol RAMIREZ / ARGAZKI PRESS

La Torre de Madariaga (Busturia, Bizkaia) es un conjunto arquitectónico formado por la propia casa torre (anterior al siglo XV), un palacete adosado a esta en el siglo XVII y una torre con reloj, neoclásica, un faro en tierra, que hace fácilmente reconocible todo el complejo desde la carretera que une Gernika con Bermeo. De hecho, se sitúa junto a esta, en un promontorio desde el cual se domina todo el estuario de Urdaibai.

Hoy en día, Madariaga alberga el Centro de Biodiversidad de la CAV, dependiente de Lakua y gestionado por Ihobe, sociedad pública que trabaja en el ámbito de las políticas de medioambiente y sostenibilidad.

Además de la exposición permanente o los talleres para escolares, el Centro de Biodiversidad,

en colaboración con AMBAR, Sociedad para el estudio y conservación de la fauna marina, ofrece la posibilidad de avistar cetáceos desde una embarcación, un catamarán, «Hegaluze barria», con base en el puerto de Bermeo. Quien desée embarcarse en esta bonita experiencia, de nombre «Cetáceos a las 10», debe saber que las inscripciones han de hacerse por adelantado. Para más información, se puede consultar la página web del Centro: www.torremadariaga.net.

Singladura desde Bermeo

Ayer, un grupo de periodistas hicimos la singladura en el «Hegaluze barria» dispuestos a conocer la experiencia de primera mano.

El embarque se realiza en el puerto viejo de Bermeo, al abrigo de la torre de Ertzilla y de la atalaya desde la cual se avistaba la ballena franca o de los vascos, ya desaparecida del Golfo de Bizkaia. La embarcación, construída en el mismo Bermeo, cuenta con dos motores de 480 caballos y una capacidad para 66 personas.

Enrique Franco, uno de los miembros de AMBAR a bordo, explicó cómo iríamos a 12 millas de la costa, dirección norte, dejando la plataforma gasífera Gaviota a estribor. En esa zona se encuentra una fosa marina, un cañón, de 1.000 metros de profundidad (en las cercanías, a profundidades de 3.000 metros; no en vano estamos en los límites de nuestra estrecha plataforma marítima), la misma fosa de Cap Bretón que muere frente a Asturias. Las corrientes marinas del oeste chocan contra las paredes del cañón haciendo que los nutrientes de los cuales se alimentan los cetáceos asomen: excelente lugar para avistar cetáceos. Dos señales pueden ayudar a divisar estos mamíferos marinos: los chorros de vapor que expulsan y la presencia de aves en busca de alimento.

El porcentaje de éxito en estas expediciones es del 85%. Hay diferentes factores, como la climatología y el estado de la mar, que dificultan el avistamiento. Uno de ellos, para nuestra desgracia, es el viento del noreste: crea esas crestas, esos «borregos» que hacen imposible distinguir a los animales. Enrique nos dijo que en esas «condiciones el viaje no se realiza» y que esta temporada solo han podido salir tres veces con viajeros por culpa de la mala mar.

El buen día, el sol, la posibilidad para muchos de nosotros de observar parajes como Matxitxako, San Juan de Gaztelugatxe u Ogoño desde una perspectiva inédita hizo que no nos desanimáramos y disfrutáramos de lo lindo.

En estos viajes son varios los cetáceos que se acostumbra a ver: tres tipos diferentes de delfines (listado, común y mular -este es el que puede verse en los aquariums-), calderón común y gris, cifio común, orca, cachalote y rorcual común. El rorcual es también llamado ballena minke, la misma que cazan japoneses, rusos y noruegos; tienen cerca de 23 metros y pesan entre 30 y 80 toneladas.

Los cachalotes (de 11 a 18 metros de largo y de 20 a 50 toneladas de peso), abundantes, suelen frecuentar las cercanías de la plataforma Gaviota en busca de su alimento preferido, el calamar. Enrique Franco, hablando al respecto, señaló cómo es más que probable la existencia de calamares gigantes en la fosa, iguales a los que alguna vez se han podido detectar frente a Asturias.

En un momento, hubo alboroto en la embarcación: alguien creyó ver dos cetáceos, avistamiento que confirmo Ilazki, bióloga miembro de AMBAR. Eran, en concreto, dos cifios, todos unos desconocidos para el variopinto pasaje de ayer. Aunque habita casi todos los océanos, vive en aguas profundas y alejadas de la costa, circunstancias estas que lo han mantenido en la intimidad. Tienen cerca de 7 metros de longitud y pesan de 2.000 a 3.500 kilogramos.

Enrique Franco explicó que una vez divisados -gracias al chorro de vapor muchas de las veces- el «Hegaluze barria» aminora la marcha a sabiendas que en un lapso de 15 a 25 minutos volverán a emerger. No es tan fácil con los cachalotes, que pueden permanecer dos horas sin asomar a la superficie.

«Una vez, nos encontramos con un cachalote `cabreado' -explicó Enrique- un animal tremendo y de apariciones muy espectaculares: levanta su enorme cabeza y después se sumerge dejando ver su cola. En aquella ocasión íbamos en una embarcación mucho más pequeña que esta, con 15 pequeños a bordo. Menos mal que no nos dio ningún susto; lo digo, sobre todo, por nuestro pasaje».

Sería por ese maldito viento del noreste, sería por la amenazadora presencia de la canallesca, pero no pudimos ver a estos gigantes de los mares. Repetiremos.

Observación, fotografía y grabación de sonidos

La Sociedad para el estudio y conservación de la fauna marina, AMBAR, es una organización no gubernamental que se nutre de entusiastas aficionados: «Yo empecé con el tema de las aves. Avistando aves marinas desde la costa fue cuando vi los primeros cetáceos y me aficioné. Hay biólogas, como Ilazki, pero también hay gente como Pablo que trabaja en una pizzería», explicó Enrique Franco.

Además de estas expediciones, AMBAR atiende todos los casos de varamientos de cetáceos en la costa vasca y colabora con científicos de todo el mundo aportando los datos que reúnen gracias a la observación, la fotografía y la grabación de sonidos, en palabras de Enrique «un mundo desconocido». Las orcas, por ejemplo, son animales matriarcales y es la abuela la jefa del clan, quien transmite sus conocimientos a los demás. La continua observación (fundamental para el estudio de los cetáceos) y el intercambio de información han determinado que cada familia de orcas puede tener su propio lenguaje, diferente al de las otras.

Para la grabación de sonidos los miembros de AMBAR utilizan un hidrófono (es un transductor de sonido a electricidad para ser usado en agua como un micrófono en el aire) y 50 metros de cable. Lo recogido por el hidrófono se traslada a un ordenador. Este dato es importante porque muchos de los sonidos registrados son de frecuencias inaudibles para el ser humano y gracias a la informática pueden ser descifrados e interpretados. Amén de varamientos y redes de avistamiento, AMBAR también se vale de los avistamientos ocasionales. A.H.

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