Crónica | Desde Madrid
El «WhatsApp roto» de Montoro y la poca confianza en Moncloa
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, tardó más de cinco minutos en rectificar, en medio de una rueda de prensa, que la Comunidad Valenciana había solicitado el rescate. Eso, después de poner en duda la información y tras redefinir el concepto para no utilizar las siete letras malditas. Su reacción es el símbolo de un Gobierno español que pierde crédito y que, en medio de tics de autosuficiencia, no puede evitar proyectar la imagen de la desconfianza.
Alberto PRADILLA
«En lo que se refiere a la Comunidad Valenciana, es una información que no sé de dónde sale; eso no es así. Estamos contrastando con las comunidades y la valoración en conjunto es positiva. Me sorprende esta información». De este modo respondía ayer Montoro a la primera pregunta lanzada durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Aún más. Tras titubear sobre el incremento del IVA al material escolar, responsabilizando en tres ocasiones a Europa del gravamen sobre los cuadernos, el titular de Economía terminó recomendando «precisión» a la hora de elaborar noticias. En el preciso instante en el que Montoro negaba la mayor, el vicepresidente del Consell, José Ciscar, pedía formalmente el rescate para hacer frente a los pagos del año.
Pudo ser que el WhatsApp del ministro no funcionase bien. Pero en los cinco minutos que tardó en rectificar (tiempo que usó la vicepresidenta, Soraya Sáez de Santamaría, en asegurar que su Ejecutivo está para «decir la verdad») el Twitter de los corresponsales que cubrían la información echaba humo. ¿Podía ser cierto que el ministro de Economía no supiese que una comunidad gobernada por su mismo partido se aferraba al salvavidas financiero? Tras un vistazo a su móvil, reaccionó. «Me informan de que lo que la Comunidad Valenciana ha solicitado es adherirse al mecanismo de liquidez. Por eso lo decía. No ha apelado a ningún tipo de intervención. Creado el mecanismo, a través del refrendo del Parlamento, es lo que hace. Y le obliga a nuevas condiciones».
En inglés, más datos
Ya lo planteó «Financial Times» cuando tituló «Tú dices tomate, yo digo rescate». Entonces, la fatídica palabra se convirtió en «línea abierta de crédito sin consecuencias». Un término que no pudo ser tomado en serio por la prensa internacional pero que simboliza la tendencia de seis meses de legislatura. Primero se niega lo obvio. Luego, se responde con soberbia. Y, finalmente, se aporta un circunloquio que termina por confundir más la situación, sembrando dudas sobre si existe algún control. Ayer, durante la rueda de prensa, al menos tres informadores interrogaron sobre por qué la población tiene más datos de parlamentos europeos que de su Ejecutivo. «¿Por qué las medidas se explican diferente en inglés?», fue una de las preguntas. No obtuvo respuesta.
Finalmente, Sáez de Santamaría optó por resolver apelando a lo inevitable de los hachazos. Y Montoro rematando que se eliminan servicios sociales para mantener esos mismos servicios sociales.
«A veces, incomprensible»
Ante este panorama, la pérdida de confianza se incrementa. Mientras Montoro, Sáez de Santamaría y Ana Mato, ministra de Fomento, evidenciaban frente a los periodistas la titubeante fragilidad del Ejecutivo, la prima de riesgo se disparaba. Y la respuesta de la vicepresidenta fue «estamos viviendo la situación que estamos viviendo. Y a veces es incomprensible por la incertidumbre del euro». Posteriormente, fuentes del Ministerio de Economía y Competitividad añadieron que «no hay que prestar demasiada atención» a estas variables o al desplome de la bolsa, de casi un 6%. ¿Hasta cuándo pueden sostenerse las finanzas españolas, que lastran ahora el peso del rescate de sus bancos? «Las previsiones son razonables porque se está consiguiendo el objetivo del déficit por las medidas adoptadas».
Todo ello, teniendo en cuenta que el año que viene se pagarán más de 9.000 millones extras de intereses por deuda. Más déficit. Más hachazos. Y entramos en la gran ruptura. Porque lo que pasa estos días en Madrid va más allá de Moncloa.
El símbolo es la imagen del Congreso de los Diputados blindado como un fortín. La marcha del jueves apuntó a un cambio en el ADN de las protestas que resulta difícil de prever. Se generaron extraños compañeros de pancarta. Por ejemplo, pudieron verse banderas rojigualdas. Esto evidencia que salió a la calle un sector alejado de la izquierda que, lógicamente, rechaza este símbolo y enarbola la republicana. La masiva presencia de policías como manifestantes merece mención aparte. Sobre todo, después de las cargas nocturnas. Pero parece que algo se ha roto. No es solo el WhatsApp de Montoro. Y todavía falta setiembre, la visita de los «hombres de negro» de la troika y la sombra del rescate global al Estado.