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Fede de los Ríos

Deporte y aristocracia

Reyes, infantas, marquesas, duquesas, baronesas, clérigos... No es de extrañar que a mi admirada Yolanda Barcina le de pampurrias el Parlamento ¡tan decimonónico! ¡tan vulgar!

Más de cinco millones de españoles, dicen los miedos de incomunicación, siguieron la inauguración de los mal llamados «juegos» Olímpicos. Vaya unos juegos de mierda donde sólo se lo pasan bien los que ganan y los que pierden (la inmensa mayoría) declaran entre lágrimas que lo importante es participar ¿Más de cinco millones atentos al televisor esperando ver en el desfile el chándal de los lolailos que, como dicen algunos, más que a por el oro parecen ir a por el cobre? Más de cinco millones ¡qué curioso!, igual al número oficial de «parados». Forzados a estar parados en lo laboral y estimulados a estar quietos, parados, en lo social. Si no hay pan, al menos circo.

Pero ¿qué pasa con la creciente fetidez en el ambiente? También anestesiaron nuestras pituitarias convirtiéndonos en anósmicos. ¿No son asaltadas las fosas nasales por la pestilencia del cinismo que exhalan los que nos gobiernan para su provecho?

Mientras sustraen la extra a los funcionarios de a pie y a los jubilados les imponen el repago de las medicinas, al que fuera presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, Carlos Dívar, cesado por «causa de indignidad», le conceden una pensión indemnizatoria de 8.670 euros mensuales durante dos años al margen de su pensión por jubilación.

Después de las acusaciones de prevaricación, falsedad en documentos, blanqueo de capitales, fraude y malversación, el marido de Cristina de Borbón, renueva su contrato de permanencia con Movistar por un sueldo anual de 1.500.000 euros a los que añadir 1.200.000 euros para alquiler de vivienda, escolta y viajes.

La castiza Espe, Condesa de Murillo, Grande de España y Presidenta de Madrí, afirma que «se tienen que terminar los subsidios, las subvenciones y las mamandurrias en general» mientras nos desayunamos con que la subvención a la enseñanza privada en los últimos cinco años más de un 30% (en Nafarroa 3.269 euros de dinero público por alumno de la privada).

El nacionalcatólico Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón (tan patriarcal que fundió los dos apellidos paternos relegando el materno) va a modificar la llamada ley del aborto para que la gestación de fetos con malformaciones no pueda ser interrumpida por deseo de la embarazada. De los posteriores sufrimientos físicos del nacido malformado se encargará la familia, pilar principal de la sociedad porque las mamandurrias ayudas a la dependencia se han terminado ¿Y de su alimento espiritual? No hay problema, carecen de él: «las personas subnormales no deben acercarse a comulgar», dicen los curas. Es la «caridad cristiana».

Como Defensora del Pueblo español han puesto a Soledad Becerril, Marquesa de Salvatierra, que fuera en otro tiempo, como la Condesa Espe, Ministra de Cultura. Nadie mejor que una marquesa para defender el interés popular.

Reyes, infantas, marquesas, duquesas, baronesas, clérigos... No es de extrañar que a mi admirada Yolanda Barcina le de pampurrias el Parlamento ¡tan decimonónico! ¡tan vulgar! Con lo elegante que resulta el Antiguo Régimen y sus estamentos. Los del Tercer Estado que vayan en chándal.

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