Después de esta carta el trimestre empezó a derretirse gradualmente. Ya no era un gran bloque de tiempo que nada podía disolver. Cuando la campana de mal agüero me levantaba cada mañana en el sórdido dormitorio, me sentía contento de poder vivir ese día sin preocupaciones. Ahora que vislumbraba el final todo era diferente». La editorial Celeste desapareció y la añoro. Acostumbraba a leer todo lo que me llegaba desde su cuidada selección. «El primer viaje», de Denton Welch, está entre mis libros favoritos. Sus letras nos embarcan en la aventura vital de un adolescente. Sus miedos y sus osadías, las de aquel que fuera el escritor, poeta y pintor inglés Denton Welch se convierten en las nuestras mediante una historia que transcurre a principios del siglo XX a caballo entre Inglaterra y China. Un muchachito frágil, atractivo, caprichoso y desesperado a ratos, nos lleva de la mano en la búsqueda de su camino. A través de su crisis adolescente, de su viaje a bordo de un barco simbólico y real, Denton Welch nos hace partícipes de su inocente turbación. La de un joven que toma el sol desnudo en la cubierta del barco junto a un marinero o la de aquel que se viste de mujer y corretea por las calles noctámbulas de Shanghai.

Escrito de un modo sencillo, «El primer viaje» es de esas lecturas que tras la aparente candidez de su escritura, se revela intensa y deliciosa. «El primer viaje» nos habla de las luchas más íntimas de un ser singular, narradas sin dramatismo y haciendo sumamente atractiva la rareza que habita en el personaje. Esa diferencia a la que solemos renunciar inconscientes de su valía.