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Lluvia de fuego y pánico al comenzar la batalla clave por el control de Alepo

Edificios en llamas, helicópteros ametrallando posiciones enemigas y familias huyendo en busca de refugio eran las imágenes que en el barrio de Salahadin mostraban el inicio de la batalla clave por el control de Alepo, que tanto el régimen con los insurgentes consideran la «ofensiva definitiva» en la guerra siria. Al anochecer cesaron los bombardeos, pero el Ejército mantenía cercados los bastiones rebeldes.

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GARA | DAMASCO

El Ejército sirio lanzó al amanecer el ataque contra los bastiones de los insurgentes en Alepo, de 2,5 millones de habitantes, la segunda ciudad y corazón económico del país, que según calificaba el diario «El Watan» era «la madre de todas las batallas». Igualmente, la oposición confirmó que «se puede decir que el asalto ha comenzado», indicando que se trataba de los combates más violentos en el transcurso de esta guerra.

El régimen trata de evitar que la oposición armada consiga el control sobre un núcleo estratégico en el norte del país a partir del que pueda impulsar su ofensiva, así como sobre importantes recursos económicos. Por ello, tras conseguir apagar el levantamiento en Damasco, ha concentrado sus fuerzas en Alepo. El bombardeo comenzó temprano en la mañana, con helicópteros y tanques, por la tarde se volvieron más intermitentes y se suspendieron al anochecer.

Familias con niños corrían por las calles del barrio de Salahadine, donde se han hecho fuertes los insurgentes, para refugiarse de los bombardeos, llevando unas cuantas latas o botellas de leche y agua. Muchos residentes se refugiaron en los sótanos, o parques públicos y colegios de otras zonas de la ciudad más seguras, aterrorizados por los helicópteros.

Todo el barrio estaba cercado y en su entorno se sitúan alrededor de un centenar de tanques. Los combates se produjeron en todos sus accesos.

Los combatientes son tanto insurgentes sirios como extranjeros que dicen pertenecer la «Liwa Al Tawhid Mujahaidin» Brigada de la Unificación de Muyahidines (combatientes islámicos) y se presentan como chechenos, argelinos, suecos y franceses. «El Watan» cifra en «aproximadamente 12.000» el número de militantes presentes en la localidad y sostiene que «la mayoría de ellos son libios, tunecinos, egipcios y afganos», citando a un diplomático occidental anónimo.

Desde el vecino barrio de Hamdaniye una ofensiva del Ejército fue rechazada por los rebeldes. En la calle se veían los restos de tres tanques y dos vehículos blindados destruidos por los rebeldes, y los cuerpos de soldados y rebeldes. Fuentes de seguridad señalaron que los rebeldes han tomado posiciones en calles muy estrechas «lo que hace más difícil la batalla».

Miles huyen

Testigos presenciales informaron desde el norte de la ciudad que la población puede aún acudir a los comercios o trabaja en los campos, pero también son evidentes la presencia tanto de milicianos del Ejército Libre Sirio (ELS) como de los helicópteros militares. En la vecina ciudad de Atareb el viernes llegaron al menos 3.000 desplazados, pero ayer la afluencia era constante y apenas puede atender el flujo de huidos.

El ELS ha instalado controles donde paran a las familias que logran salir de Alepo y buscan fieles al régimen comprobando su procedencia. «Esta mañana los obuses caían cada dos o tres minutos sobre nuestras casas» explica una mujer en uno de estos controles. Llega desde el barrio de Sukari, donde ya no hay agua ni electricidad. Un vecino del barrio de Firdaus relata que muertos y heridos yacen en los restos de edificios derruidos. «¿Qué podemos hacer sino huir», pregunta impotente.

En el resto del país, también continuaban los bombardeos en las provincias de Deraa, Hama y Homs. La oposición indicó que se produjeron más de 150 muertos. De ellos alrededor de una treintena murieron por los combates en Alepo.

Además, al menos diez obuses disparados desde Siria cayeron en zonas fronterizas del norte de Líbano, mientras que en Trípoli estallaron nuevos enfrentamientos entre partidarios y detractores del régimen sirio.

Rusia acusa a Occidente de dirigir la lucha armada contra Al Assad

Rusia advirtió ayer que no es realista pedir la dimisión del presidente sirio, Bashar al Assad, pidiendo que se quede de brazos cruzados mientras la insurgencia ocupa las ciudades. «¿Cómo se puede esperar que el gobierno acepte esa situación y diga: `¡Ya! Me equivoqué, que me derroquen, que cambien el régimen'. Eso no es real», declaró el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov. Agregó que Moscú trata de convencer al Gobierno sirio de que «haga los primeros gestos» hacia el cese del fuego, «pero si la oposición ocupa ciudades como Alepo, donde se prepara una tragedia, no es realista pensar que aceptará», señaló.

Asimismo, acusó a Occidente de instigar a la oposición armada a luchar contra el régimen de Al Assad. «Hay que presionar a todas las partes... Por desgracia nuestros colegas occidentales prefieren hacer algo diferente y, junto con algunos países vecinos de Siria, animan, respaldan y dirigen la lucha armada contra el régimen. El precio a pagar es más sangre», acusó. Insistió en que para poner fin a la violencia en el país árabe es imprescindible cumplir los acuerdos sobre la transición pacífica aprobados en la reunión de Ginebra el pasado 30 de junio.

Por otro lado, Moscú no cooperará con la UE en las sanciones por las que se requiere la inspección de los barcos sospechosos de transportar armas a Siria. «No vamos a consentir registros en barcos que naveguen bajo la bandera rusa, ni la aplicación de otras medidas restrictivas sobre los mismos, ni a tomar parte en cualquier medida que la UE haya decidido aplicar a Siria», advirtió. GARA

HOLLANDE

El presidente francés, François Hollande, pidió una acción rápida del Consejo de Seguridad, instando a Moscú y Beijing a tener «en cuenta que habrá caos y guerra civil si no se para Bashar al Assad».

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