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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Exilio en Benidorm

Servidora no sabe si últimamente hace más calor de lo normal por allá abajo, o es que algunas y algunos han perdido ya el sentido del ridículo, pero la crónica que este fin de semana nos ha regalado «La Razón» pasará a la historia del disparate por la puerta grande. Trataba sobre los «exiliados» que quieren colarnos en el censo, y el diario de la derechona se iba a buscarlos... ¡A Benidorm! Fíjense cómo empezaba la pieza, porque es de traca: «Benidorm, tierra de sol, de playas de aguas transparentes, de rascacielos, de alemanes, ingleses... y de vascos. Son muchos los que han encontrado en esta localidad alicantina un lugar en el que vivir. Algunos se consideran exiliados políticos, otros aseguran que simplemente se fueron buscando un lugar más tranquilo para montar sus negocios. A unos no les incomoda hablar de política y de la situación que se vive en su tierra, otros esquivan el asunto, pero todos coinciden en que es una buena iniciativa el anteproyecto de ley que prepara el Gobierno, que tiene como objetivo permitir el voto en el País Vasco de aquellos que han huido amenazados por ETA». Pues una diría que las vascas y vascos que van a la localidad mediterránea lo hacen para descansar y en busca de sol, no porque sean «exiliados políticos».

Pero la plumilla tenía que contar una historia, y tras citar a un anónimo hijo de policía que, dice la periodista, tuvo que marcharse de Bilbo, se detuvo en un caso, este sí con nombre, que pone los pelos de punta: «La historia de Juan Sánchez, propietario de La Alberca, uno de los restaurantes de esta calle, no tiene una carga tan dramática. No huyó amenazado por ETA, pero reconoce que si no comulgas con determinada ideología puedes tener problemas. Lleva dos años en Benidorm, desde que nació su hija, y se siente a gusto. `Las cosas allí son duras. Todavía quedan reminiscencias...'. Admite que `aquí se vive más tranquilo. Se convive. Puedes hablar de cualquier cosa, la ciudad te acoge'». Vamos, que se fue a poner un chiringuito. Terrible. Algo parecido pasa con Eleazar, que dejó Barakaldo -Baracaldo para «La Razón»- hace una década: «Tampoco fueron motivos políticos, sino familiares. Ahora regenta un restaurante en el que se respiran los olores de la gastronomía vasca por los cuatro costados. Aprueba el anteproyecto de ley y argumenta que los vascos que viven fuera tienen el mismo derecho que los extranjeros a votar». Y así, otras tantas historias de sufrimiento en la playa alicantina. Insisto, no se puede ser tan ridículo.

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