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Hiriz hiri | verano en Kassel

¡¿Es eso arte?!

Honestamente, Kassel es fea. Así suene plano, y sin ningún miramiento hacia aquello de «herir sensibilidades». Destruida casi en su totalidad durante la Segunda Guerra Mundial, esa ciudad perteneciente a la región de Hessen fue rehecha entre prisas y merma de dinero, sucumbiendo la estética ante la horrorosa funcionalidad.

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Janina Pérez Arias

Eran otros tiempos, tempranos 50, cuando el recuerdo del conflicto bélico aún estaba a la vuelta de la esquina, los nazis habían dejado sus uniforme para encorbatarse (o huir), mientras el país dividido en sectores hacía saquitos de esperanza con los escombros materiales y espirituales.

A Kassel le pasa como cuando se dice que un hombre es «interesante», o que una mujer «tiene un no-sé-qué». Y desde el punto más alto del Bergpark Wilhelmshöhe, a los pies del Hercules que parece custodiar cada centímetro cuadrado, es cuando se exclama -casi inconscientemente- : «ah, qué interesante, tiene... algo».

Como cualquier otra localidad germana, sus calles están limpias, los medios de transporte llegan puntualmente, te ven feo si como peatón pasas en rojo (y más cuando hay un niño en las cercanía y es testigo de tal ejemplo), y si se te cae algo en la acera, seguro que lo encontrarás en el mismo sitio horas más tarde. El hecho de carecer de esa belleza que hace volver al visitante poco parece preocuparle, porque Kassel tiene algo que no hay ni en la legendaria Munich ni en la me-deja-sin-aliento Berlín, se trata de la documenta, o más bien, dOCUMENTA, tal como se le reconoce «visualmente» desde 2010.

Que uno de los más importantes eventos de arte contemporáneo se celebre en tan aburrida, mal-vestida y poco atractiva ciudad, es una de las mayores perversidades. Para entenderlo, vale una metáfora de ese mismo mundo: ¿acaso se puede disfrutar de la obra en sí si el marco ya es espectacular? Pues no. Kassel es ideal para que no se desvíe la concentración, allí no hay «escapatoria» y se logra entender (o «medio» captar) las tendencias, así como las -a veces difíciles de asimilar- propuestas de los 297 artistas de todo el globo terráqueo que exponen en algún espacio de la ciudad en la decimotercera edición de la dOCUMENTA.

Desde 1955, y cada cinco años, Kassel se hace menos feíta durante 100 días, ocupando más espacio en los medios de comunicación; y al tratarse de arte contemporáneo, las polémicas vienen a ser la sazón para tan suculento Gulasch. La dOCUMENTA (13), siguiendo la arraigada tradición no podía mantenerse al margen de los dimes y diretes de entendidos (o de los que creen serlo), de políticos roba-cámara, de la iglesia (no importa cuál), o de cualquier gremio o grupo.

¿Es o no es arte?, ¿es o no un performance?, ¿aquel que va caminando es o no es un artista? Y, eso del arte para perros es una broma, ¿no? Negativo, en relación a los canes la cosa va en serio, y la respuesta a las otras preguntas siempre será la misma (con sus sinónimos): quizá, quizá, quizá...

No se podía esperar otra cosa de Carolyn Christov-Bakargiev, la directora de la dOCUMENTA (13), ama de un West Highland White Terrier llamado Darsi, toda una punk de ese mundo que mueve millones de euros y que cada día encuentra adeptos dispuestos a pagar lo que sea por el objeto del deseo; esto explica del por qué Brad Pitt no perdió la oportunidad de acercarse a la ciudad menos emocionante de Alemania para ser guiado por la mismísima Christov-Bakargiev a través de algunos de los espacios dispuestos que no se limitan solo a museos y parques, extendiéndose también a lugares no convencionales.

«Derrumbamiento y recuperación», es el lema de la dOCUMENTA (13), tan acorde con la poco agraciada Kassel, tan en sintonía con estos tiempos aciagos, pese al sol que ilumina los días estivales.

 

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