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CRíTICA: «Prometheus»

¿Qué fue antes, la gallina o el huevo?

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Mikel INSAUSTI

El gran atraso del cine actual de Hollywood es que se dan muchas vueltas para llegar, en el mejor de los casos, al punto de partida. ¿Qué necesidad tenía Ridley Scott, a estas alturas, de rehacer su obra maestra «Alien»? Y ya que en «Prometheus» habla de los orígenes de la humanidad, hagamos memoria y recordemos cómo empezó todo. Porque la gallina que puso este huevo, si es que existe algún padre de la creación, fue el italiano Mario Bava con su película de 1965 «Terror en el espacio».

«Prometheus» es un proyecto mal planteado que conlleva una inútil pérdida de tiempo. El «Alien» de 1979 revolucionó el cine de ciencia-ficción, impactando al espectador mediante una tensión que procedía de la propia incertidumbre derivada de tener que enfrentarse a lo desconocido. Así que no se entiende, más de treinta años después, el empeño en volver sobre aquel misterio para explorar en universos inaprensibles para el cerebro humano. La prueba de que no había otra intención que marear la perdiz está en la contratación del guionista Damon Lindelof, quien con la serie «Perdidos» se ha convertido en un especialista en lanzar preguntas sin ningún animo de responderlas.

Estoy de acuerdo con quienes consideran que «Prometheus» es la versión de «Alien» para un público actual menos exigente, incluso dispuesto a conformarse con las explicaciones aportadas por las teorías de Erich Von Daniken, convenientemente reconvertidas en una nueva religión de la era tecnológica. La heroína que sustituye a la teniente Ripley personificada por Sigourney Weaver ya no es una mujer de acción a secas. La actriz sueca Noomi Rapace hace las veces de misionera del espacio, cuyo objetivo es encontrarse con los ingenieros de otro planeta que diseñaron a la especie humana.

Para este viaje no hacían falta tantas alforjas, porque el espectacular despliegue visual en 3D y sistema IMAX organizado por Ridley Scott esconde una modesta cinta del género de terror espacial, con unos diálogos demasiado elementales y un desarrollo argumental por demás infantiloide.

 

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