En la comparecencia conjunta que ofrecieron el jueves en la Moncloa Mariano Rajoy y Mario Monti, no pasó desapercibida la sensación de zozobra que transmitió el presidente español, aún mayor en comparación con la imagen del mandatario italiano, más calmada y segura, a pesar de que la situación de su país es también muy complicada. Aunque no se prodiga en los medios, cuando no le queda más remedio que dar explicaciones el líder del PP parece desbordado por la crisis de deuda y la presión de los mercados, que ayer, sin embargo, le dieron una tregua recuperando lo que habían perdido la víspera. No parece suficiente consuelo para quien aferrado a la doctrina neoliberal insiste en sostener que los recortes aflojarán la cuerda que estrangula a la economía española.

En ese camino, su Gabinete ha presentado a Bruselas un plan de ajuste de más de 102.000 millones de euros, que incluye medidas adicionales en ámbitos como la sanidad y la educación. El documento prevé recortes de 13.119 millones para este año, 38.956 millones el próximo ejercicio y otros 50.075 millones en 2014. Un auténtico hachazo que se presenta como contrapartida a la prórroga de un año que la Comisión Europea le ha ofrecido para cumplir con el objetivo de déficit, pero que más bien parece diseñado para preparar el terreno de cara a un rescate total. Y que, con casi seis millones de personas en paro y cada vez más gente rozando el umbral de la pobreza, podría tener consecuencias imprevisibles en el tejido social del Estado.

Rajoy compareció ayer por primera vez después de un Consejo de Ministros para hacer balance de los primeros seis meses de su mandato. Su mensaje estuvo dirigido fundamentalmente a los socios europeos, con la esperanza de que relajen la presión a la que le están sometiendo. Pero como no repare en las consecuencias que su política está causando en una sociedad que está al límite, es posible que tenga que hacer el balance final de su legislatura antes de lo que piensa.