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NATACión Séptima jornada en el Centro Acuático

Phelps sigue alimentando su mito y Missy Franklin toma su camino

Como ha sucedido en estos Juegos, el de Baltimore remontó un mal inicio para sumar otro oro en los 100 mariposa, mientras la de Pasadena sumó su tercer título, con récord mundial, en los 200 espalda. Manadou, sorpresa en la velocidad, puso el acento francés.

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Arnaitz GORRITI-Jon ORMAZABAL

Encumbrado hace tiempo a la categoría de mito, Michael Phelps optó por mantener la rutina de siempre, la de ganar, en su última final individual. Viendo que estos Juegos parecen estar quedándosele cortos -por lo mal que comenzó y cómo está terminando-, y que, por si había dudas, sigue siendo el mejor nadador de la actualidad, su retirada parece complicada de asimilar y digerir pero, instalado en el Olimpo, el tiburón de Baltimore ha decidido que ya es hora de vivir a cuenta de ese mito que ha alimentado a base de medallas y más medallas.

Las rutinas y las repeticiones, en cada entrenamiento, en cada sesión de gimnasio y en cada serie, han sido decisivas en la eclosión de un nadador excepcional, y ganar se ha convertido en una especie de hábito del que, según parece, también puedes terminar cansándote.

La medalla de 100 mariposa, la que supuso la número 21 -17 oros, 2 platas y 2 bronces- y la que le permitió repetir como el único nadador capaz de lograr oro en la misma prueba en tres citas olímpicas consecutivas, fue una especie de resumen de su paso por Londres, que puede redondear esta tarde con un nuevo oro en el 4x100 estilos, remando esta vez en equipo.

Porque, como en ese debut que ahora parece tan lejano en el 400 estilos, cuando quedó fuera del podio por vez primera desde su debut en Sidney 2000, el primer largo de la final de ayer parecía alarmante y el comienzo de su ocaso, con solo un nadador, el suráfricano Chad le Clos, virando por detrás de él.

Sin embargo, como cuando muchos ya se apresuraron a comenzar a contar su precipitado final, el fenómeno de Baltimore mantuvo la calma, confió en su enorme calidad y esta no le falló. En un final brillante, a Phelps le dio tiempo para superar a todos los rivales que le precedían para imponerse con una superioridad difícil de imaginar 50 metros antes. Siguiendo su estela desde la calle de al lado, el surafricano Le Clos alcanzó la medalla de plata, que compartió con el ruso Evgeny Korotyskhin, al marcar ambos un tiempo exacto de 51.44, a 23 centésimas del tiempo marcado por Phelps.

Del que apenas hubo noticias fue del serbio Milorad Cavic, que terminó en un, para él, muy discreto cuarto puesto. Su enfrentamiento en Beijing con Phelps es recordado por muchos como la mejor final de la historia de la natación. Cuatro años después, Cavic estuvo muy lejos de aquel nivel, y sin embargo es Phelps el que lo deja.

Relevo femenino

Si en categoría masculina el vacío que queda tras Phelps parece enorme, en categoría femenina Missy Franklin parece dispuesta a tomar su relevo. En la final de los 200 metros espalda, la de Pasadena partía con la mejor marca de las semifinales, y con su victoria no solo refrendó su favoritismo, sino que pulverizó el récord del mundo de la distancia y consiguió sumar su tercer metal dorado tras los oros de los 100 metros espalda y el 4x200 metros libres.

Desde la primera brazada, Franklin machacó a sus rivales, sacándoles cuerpos de ventaja y sin desfallecer en ningún momento. Para reforzar su candidatura como nuevo icono de la natación yankee, rascó 75 centésimas al anterior récord mundial, en manos de la estrella africana Kirsty Coventry.

La propia Coventry nadaba en esta prueba en su despedida de la élite, con la idea de luchar al menos por ganar una medalla y decir adiós con dignidad. Sin embargo, la de Zimbabwe solo mantuvo la dignidad. Se tuvo que conformar con la sexta posición, quedándose lejos de los metales. La genial nadadora de Harare vio que, aparte de Franklin, la rusa Anastasia Zueva se llevó la plata y la estadounidense Elizabeth Beisel el bronce, vencedora en una batalla a brazo partido con la británica Elizabeth Simmonds. La representante local salió a degüello desde la calle número uno, y únicamente le faltó fuelle en los 50 últimos metros, para desilusión de un público entregado.

En otra jornada estupenda para la expedición estadounidense, su equipo de natación descubrió otro ídolo de esos que tanto gustan por esos lares. En la final de los 800 metros libres, Rebecca Adlington hizo las delicias del respetable antes de la prueba. La británica, empero, encontró en la estadounidense Katie Ledecky un hueso durísimo de roer. Tan duro, pero tan, tan duro, que reventó y perdió la opción de revalidar su oro de Beijing 2008, y también la plata, que cayó al cuello de la badalonesa Mireia Belmonte, que realizó una carrera muy inteligente.

Katie Ledecky, una adolescente de 15 años, salió con el puñal entre los dientes, saltándose toda clase de lógicas, proyecciones y jerarquías, sin que la británica Adlington ni la danesa Lotte Friis pudieran pararle los pies y rindiendo a los aficionados a su valentía y su muy buen hacer.

Más parecía una prueba de velocidad que de fondo, ya que tanto Ledecky como Adlington marcaron tiempos de paso netamente mejores al récord del mundo, empequeñecido por el espectáculo que la joven norteamericana estaba dando ante una atónita piscina. El devenir de la final le devolvería su esplendor a la plusmarca. Ledecky siguió aumentando su renta, ya que Rebecca Adlington pinchó.

En los 100 últimos metros, Ledecky perdió fuelle y se quedó sin poder batir el récord del mundo, aunque tenía el oro en el bolsillo. Por detrás, con Lotte Friis fuera de combate -acabaría en quinta posición, superada por la neozelandesa Lauren Boyle-, Belmonte y Adlington lucharon contra su propio cansancio para disputarse la medalla de plata. Adlington tiene un final rapidísimo, pero el castigo previo la había dejado vacía, mientras que la catalana fue capaz de mantener el tipo y, por ende, se hizo con la segunda posición. El público se rindió a la evidencia. Katie Ledecky llegaba para quedarse, y Rebecca Adlington sabe que, a partir de ahora, tiene a más rivales a quienes vigilar de cerca.

El infierno de Cielo

Finalmente, llegó la final de velocidad pura: los 50 metros libres masculinos. Y saltó otra de las sorpresas de la jornada. Nadando desde la calle siete, Florent Manadou, hermano pequeño de Laure Manadou, voló en la piscina más corta y rápida para birlar la medalla de oro a todos los favoritos. El nadador de Villeurbane rebajó su mejor marca en casi cinco décimas -de 21,80 a 21,34 segundos-, y sacó dos décimas al segundo clasificado, marcando el mejor registro desde la prohibición de los bañadores de poliuretano.

Tras el sorprendente Manadou, el estadounidense Cullen Jones se hacía con la medalla de plata, dejando al brasileño Cesar Cielo, que llegaba a Londres con el aura de intocable, con un bronce decepcionante.

Emocionado

Contento, sin duda, pero Michael Phelps no atinó a racionalizar del todo las sensaciones tras su despedida por la puerta grande de la élite de la natación. «Mi cerebro aún no ha asumido del todo la parte emocional de estos Juegos. Cuando todo haya terminado, saldrán las emociones. No empecé bien, pero cogí el toro por los cuernos y he acabado con dos oros individuales. Es difícil imaginar un final mejor», confesó.

Rebecca Kpossi, la heredera más joven de Eric Moussambani, logró su objetivo

Lejos de las estratosféricas marcas que se están estableciendo en el Centro Acuático de London, una serie, la primera de los 50 metros libres femeninos, llamó la atención de los espectadores. Tres africanas, una togolesa, una lesothense y una nigeriana protagonizaron la serie más lenta, empleando casi el doble de tiempo que sus competidoras. Sin embargo, la natación en África va a otra velocidad y, al margen de la recurrente comparación con Eric Moussambani, el nadador de Guinea Ecuatorial que se hizo famoso en Sidney y que actualmente es el seleccionador de natación de su país, sus historias son el mejor ejemplo del espíritu olímpico.

Entrena en piscinas de un hotel de Lomé y usa trajes de baño de segunda mano comprados en el mercado. A sus 13 años, la togolesa Adzo Kpossi es la atleta más joven que compite en los Juegos de 2012 y llegó a Londres con un claro objetivo, mejorar su marca personal, una meta que consiguió con holgura. Llegó con una mejor marca de 44.60 y la mejoró en siete segundos, con un 37.55 con el que se impuso a la lesothense Theko, que marcó un 42.35.

Sin embargo, el milagro de Kpossi es anterior. Sin mínima para los Juegos, su participación es un incentivo de la FINA en pos de la universalidad de los Juegos y el desarrollo del deporte en los paises menos desarrollados. La falta de piscinas públicas en la capital togolesa la lleva cinco veces por semana a un complejo hotelero. «El director nos permite venir a entrenar gratis tras la escuela», señala Kwami Kposssi, su padre. No obstante, acudir a entrenar sigue suponiendo un gran esfuerzo para esta humilde familia. «La piscina está a 12 kilómetros de aquí y nos sale muy caro, aunque recibimos una ayuda». J.O.

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