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La ikurrina sí tiene quien la defienda

Todo empezó el pasado jueves en el graderío del Lee Valley White Water Center, escenario de las pruebas de piragüismo en aguas bravas. Maialen Chourraut culminaba una excepcional actuación con la medalla de bronce, y sus familiares y amigos lo celebraban alborozados en la grada, agitando una ikurrina. Un voluntario de los Juegos Olímpicos se les acercó y les obligó a retirarla, argumentando que las normas prohíben ondear otras banderas que no sean las de los estados participantes en los Juegos.

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Juan Carlos ELORZA

Como no podía ser de otra forma, el asunto se extendió inmediatamente por las redes sociales, encendiendo la polémica sobre todo en Euskal Herria. Pero no solo aquí. Asier Odriozola es un vasco afincado en Inglaterra desde 1994, adonde se mudó junto a su esposa Carol Davies tras residir anteriormente en Sitges (Catalunya). Él trabaja en Publicidad, y ella también lo hacía en el mismo sector, aunque ahora se dedica a la educación «y además es concejal local que, por cierto, aquí no cobran un duro, lo hacen como voluntarios por el bien común», explica Asier.

Como usuario asiduo de internet, donde además mantiene un blog, y desde donde sigue puntualmente la actualidad de Euskal Herria -«seguimos las noticias de allí a diario. Así es como nos enteramos de lo de Maialen y su familia»-, Asier se quedó asombrado por lo sucedido. Lo primero que se le ocurrió fue que quizá los familiares de Maialen no dominaban bien el inglés y no pudieron explicarse con el voluntario censor, o que cedieron para evitar males mayores. Pero cuanto más lo pensaba, más absurdo le parecía, hasta que decidió hacer algo útil, a diferencia de otras instancias que aún no han dado señales de vida en este tema, pese a que les correspondería hacerlo -la ikurrina es la enseña oficial de la Comunidad Autónoma Vasca, ¿o no?-.

Lo primero fue consultar la norma en la que se había amparado el voluntario para retirar la ikurrina, y ahí sí que no cabía ninguna duda. La traducción literal del párrafo señalaba que la exclusión de banderas se aplicaba exclusivamente a «banderas de países no participantes en los Juegos (esto excluye a banderas de naciones bajo el paraguas de un país participante, como por ejemplo Inglaterra, Escocia y Gales)». Hasta aquí la cita de la norma. La conclusión de Asier se abrió paso automáticamente: según la Constitución española aprobada en 1978, la ikurrina encajaba perfectamente como bandera que se podía exhibir en los Juegos.

Otras personas se habrían quedado satisfechas tras darse la razón a sí mismas, pero para Asier solo fue el punto de partida. Con la norma en la mano llamó al teléfono de Información de los Juegos, donde le atendió otro voluntario que demostró poco conocimiento geopolítico, pero muchos prejuicios. En resumen, le dijo que la ikurrina «es una bandera de un país separatista (...). Es que los vascos llevan mucho tiempo peleándose con España (...)», lo que a su entender justificaba su retirada. Asier, en pleno proceso de ignición, le respondió que «en eso caso, Escocia también podría considerarse una nación separatista, puesto que van a celebrar un referéndum por la independencia en 2014. Y aún así se les permite exhibir su bandera en los Juegos». Asier percibió que la gestión con este interlocutor ya no daba más de sí, sobre todo cuando acabó asegurándole que «yo estoy aquí para ayudarle», y añadir: «Usted vaya a los Juegos con su bandera, y si se la confiscan usted se arriesga». Pero si creyó que el tema acababa allí, se equivocaba.

Asier compartió sus gestiones con su esposa Carol, que se sumó a la reivindicación con fuerzas renovadas. Apuntando más alto, Carol llamó a la Oficina de Prensa del Comité Organizador de los Juegos, donde pudo contactar con un responsable de prensa que le ayudó a aclarar las cosas. Con la norma reguladora y la Constitución española en la mano, argumentos convincentes, y una buena dosis de sentido común por ambas partes, el interlocutor se comprometió a trasladar lo que entonces ya era una petición a las instancias correspondientes.

En otro lugar podríamos haber temido al tan socorrido «vuelva usted mañana», o al no menos habitual «se ha confundido de ventanilla«, pero ayer por la mañana Asier y Carol recibían la respuesta dándoles la razón, y adjuntando un documento firmado por el directivo de la Oficina de Prensa de los Juegos David Paull (que reproducimos en esta página, junto al cruce de e-mails entre ambos), donde se reconoce que la ikurrina se puede exhibir, y con la recomendación de que la imprimieran y la llevaran consigo por si algún otro voluntario, en su exceso de celo, trataba de impedir que la ondearan.

Con la satisfacción de haber contribuido a solucionar un atropello injusto, Asier, Carol y su pequeña hija de 8 años Lili -«que está súper emocionada de poder ver los Juegos Olímpicos»- se imprimieron ayer la autorización, se la metieron en el bolsillo, y se fueron a disfrutar de la jornada olímpica... ikurrina en mano, animando de paso a todas las personas que vayan a asistir en los próximos días a algún evento deportivo olímpico que se descarguen el PDF con el permiso -desde su propio blog (http:// www.zorrrrro.com/blog/, o desde Naiz, naiz.info)-.

Y, como colofón de este nuevo episodio de abuso, nada mejor que unas palabras inspiradoras, como las del jugador catalán de la selección olímpica española de hockey hierba Álex Fábregas, que hace unos días decía lo siguiente en una entrevista al diario catalán "Ara": «Juego con España porque es con quien me toca jugar, no tengo otra opción. Mi sentimiento es catalán, no siento lo mismo escuchando el himno español que 'Els Segadors'. En todo momento sé que juego para España, aunque en ningún momento juego pensando que lo hago por España. Disfruto por mí, por los compañeros y por la gente que me viene a ver». Se puede decir más alto, pero no más claro.

 

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