Ana Larrañaga | Gautegiz-Arteaga
Llanto amargo
Un gimnasta ucraniano, después de superar fantásticamente las asimétricas, increíble sobre tapiz y anillas, cae sentado en su salida tras un triple mortal en su último ejercicio, saluda serio y contiene el gesto hasta que llega al «banquillo» y esperando la nota... llora, es un llanto amargo, sin suspiros ni convulsiones, no mira a la cámara y me hace pensar....., toda una vida al suelo, no sé su edad, pero como otros tantos, ha estado diariamente más de 8 horas domando su cuerpo hasta conseguir vencer las leyes de la gravedad, buscando además la belleza, con dobles y triples saltos, repitiendo una y otra vez el «Cristo», el «San Pedro» y lo que haga falta, sin olvidar los psicólogos que trabajan su mente para que se adapte a esta vida metaterreste y consiga en el mejor de los casos un triunfo tan efímero como difícil de conseguir, tan fácil de olvidar. Y eso un chicarrón con una edad en la que la decisión, por lo menos ahora, es suya; pero qué decir de las niñas chinas, y digo chinas, porque parecen mucho más pequeñas que las otras, sus caritas quieren mostrar una dignidad impropia cuando saludan y a sus precisos movimientos rítmicos añaden expresiones y gestos aprendidos de una persona mayor. También estas niñas han vivido, en el mejor de los casos, haciendo lo que les gusta -respuesta que se suele dar a su sacrificio-, y olvidando la durísima disciplina impuesta por no se sabe muy bien quien, para gloria de su país.
Descartados compañerismo, espíritu deportivo y solidaridad, la pregunta es: ¿para qué sirve todo esto? En contados casos para una carrera deportiva que sirva para mantener el sistema, pero sobre todo, para algo tan poco idílico como el movimiento de capitales que se genera en las construcciones de los diferentes recintos, ceremonias, enormes cantidades de gente viajando de un lugar a otro, alojamientos, comidas, y llegados a este punto los distintos países, alternativamente, se reparten el pastel.
Me dirán que es un flujo económico como otro cualquiera y que hay que generar riqueza, empleo, etc., pero no habría que disfrazarlo, que no nos desvíen la atención. De los Juegos Olímpicos hay mucho de que hablar más allá del chony-chandal.