La sensatez asoma detrás de las rejas
Un grave accidente en el trayecto entre Euskal Herria y una de las decenas de cárceles en las que se encuentran diseminados cientos de represaliados y represaliadas de este país; y un preso enfermo de extrema gravedad que saluda desde la ventana enrejada de un hospital a las decenas de personas que exigen su puesta en libertad. La de ayer fue una de esas jornadas que desnudan la crudeza de una política penitenciaria diseñada para castigar tanto a las personas encarceladas como a sus familiares y allegados.
En Donostia, Iosu Uribetxeberria aguarda, hospitalizado pero preso, a recibir un trato «justo y digno». Así lo expresa en una entrevista concedida a este periódico, en la que el prisionero arrasatearra muestra una entereza encomiable después de que el afán vengativo del Estado español haya permitido la extensión de su enfermedad a un punto al que nunca debería haber llegado. En cada una de sus respuestas se mezclan a partes iguales dignidad, sentido común y responsabilidad. La forma en la que afronta su futuro más inmediato, que estará marcado por el grado de crueldad que decidan aplicar quienes aún le mantienen cautivo, y su lúcida visión de la situación política que vive Euskal Herria, son ejemplo de ello. En un momento en el que el ruido provocado desde algunos sectores políticos y mediáticos pretende ahogar las voces que reclaman una solución democrática en Euskal Herria, sus palabras hacen gala de una sensatez que se echa de menos demasiadas veces y por parte de demasiados agentes.
Sobre todo, por parte de aquellos que insisten en afrontar el conflicto desde parámetros puramente represivos y que en su empecinamiento han enviado al hospital con graves heridas a la pareja del preso Mikel Egibar, a su hijo de catorce años y a su hija de doce. Un nuevo accidente que podía haber tenido consecuencias trágicas y que constituye el enésimo capítulo de una historia a la que hay que poner fin de inmediato.