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Iker Bizkarguenaga | Periodista

Ya vale del todo vale

Ojopláticos nos quedamos el pasado miércoles en la redacción cuando se difundieron las declaraciones que Carlos Urquijo, a estas horas todavía delegado del Gobierno español en la CAV, había realizado sobre Martin Garitano. No porque sorprendiera tal hostilidad hacia el diputado general de Gipuzkoa por parte del laudioarra, sino porque, cómo decirlo, los cargos institucionales que ostentan tanto el uno como el otro invitaban a pesar que una burrada de tal calibre no podía producirse. Estábamos errados, está claro.

Lo cierto es que nos hemos acostumbrado a que respecto a la izquierda abertzale (y a todo el que se le acerca) algunos portavoces políticos y medios de comunicación puedan decir lo que les dé la gana sin ningún pudor ni consecuencia. Y no estamos hablando de críticas políticas más o menos aceradas, o de alguna salida de tono, que a todos nos pasa cuando se nos hincha la vena del cuello. No, aquí se han dicho y se siguen diciendo -el artista Urquijo es el más claro exponente- verdaderas barbaridades sobre personas con nombres y apellidos que, haciendo gala de una paciencia digna de elogio, normalmente han aguantado el tirón sin hacer demasiado ruido. Qué remedio, pensarán.

De vez en cuando, los insultos o amenazas chirrían tanto que se monta un pequeño revuelo y lo ocurrido trasciende a la opinión pública, pero quienes tenemos la gran suerte de trabajar en el gremio periodístico -no es un sarcasmo, en serio- y podemos hacer un seguimiento de lo que se publica en casi todos los diarios de tirada estatal, encontramos todos los días auténticos disparates. Porque en el Estado español hay demasiados opinadores que salvan su proverbial falta de talento con insultos de brocha gorda dirigidos casi siempre contra los mismos: los «proetarras». Como son los malos, se les puede llamar «terroristas», «asesinos», «hijoputas», «cabrones», «mafiosos» y lo que la imaginación de cada cual, normalmente bastante limitada, dicte en ese momento.

Es la política del todo vale aplicada en su máxima expresión. Y quizá ha llegado el momento de decir que ya vale del todo vale. O que si vale todo, que valga para todos.

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