Udate
«Ted» hace que los peluches también crezcan y maldigan
Es la comedia sorpresa del año, tras triunfar en la taquilla de los Estados Unidos y asombrar a la crítica. El debut del creador televisivo Seth MacFarlane en el cine no ha podido ser más feliz, aunque marca diferencias con respecto a su famora serie animada «Padre de familia».
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Después de la decepción provocada por la película de Jodie Foster «El castor», había perdido la fe en los relatos que relacionan a humanos con sus mascotas, sobretodo en vista de que la terapia consistente en hablar con su peluche no le ha servido de mucho al defenestrado Mel Gibson. Pero si la fórmula funcionó en el clásico de 1950 «El invisible Harvey», gracias a James Stewart y el conejo gigante dirigidos por Henry Koster, puede volverlo a hacer de nuevo en las manos adecuadas.
Esas resultan ser las de Seth MacFarlane, el cotizado creador televisivo de animadas series irreverentes y provocativas como «Padre de familia». No es que haya dejado las expresiones soeces que caracterizan a sus malhablados personajes, al pasarse al cine, pero sabe adaptarse al medio y cambia sutilmente de registro. Es consciente de que ya no está manejando puras caricaturas, por lo que humaniza a los protagonistas, que resultan entrañables en aras de la amistad que les une.
Al hacer cine su estilo se torna todavía más multireferencial si cabe, y la narración comienza evocando desde la parodia a las películas familiares de Disney y de Spielberg. Para ir a continuación acumulando homenajes a «Fiebre del sábado noche», «El coche fantástico» y «Flash Gordon». Este último título, por medio de la presencia como actor invitado de Sam J. Jones, se convierte en el centro de un divertido ensayo sobre la subcultura ochentera en base a sus iconos más significativamente horteras.
Como humorista, Seth MacFarlane es un autor a la manera de Woody Allen, en cuanto que pone su voz a los personajes con los que se identifica. Lo hacía en los dibujos animados, y continúa ahora en la pantalla grande doblando al oso de peluche Ted. El muñeco crece a la vez que su dueño, haciéndose inseparables con el paso de los años. Viene a ser un poco la metáfora de su inmadurez, toda vez que Ted se comporta como un eterno adolescente que solo piensa en el ligue y la juerga.