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Las cuadrillas cambian la harina por el agua en el último paseílllo de La Blanca
El calor sofocante marcó el último día de la Fiestas de La Blanca. Ayer los blusas y las neskas de la capital alavesa optaron por dejar a un lado la harina, ingrediente principal en el tradicional «Día del Guarro», y decidieron echar mano del agua y la espuma para despedir a Celedón.
Ion SALGADO
Tras pasar la mañana cobijados bajo la sombra de las sábanas, los blusas y las neskas tomaron, como cada tarde, el centro de la ciudad para participar en la ida a los toros. A las 17.00, con los termómetros marcando los 37 grados, todos los congregados en el número 1 de la calle Dato emprendieron la marcha hacia el coso taurino. Un camino festivo que se convierte en odisea cuando el calor aprieta bajo las medias, la blusa y la camisa.
Para tratar de hacer frente a esta situación, las cuadrillas participantes en el desfile presentaron diferentes remedios. Numerosos trucos caseros, de mejor o peor resultado, con los que tratar de paliar el sudor y el cansancio anexo a las altas temperaturas. Por ejemplo, Hegotarrak, primera en el desfile, colocó un gorila meón en lo alto su furgoneta. Sin duda, este fue, con permiso de los blusas, el primate mejor valorado durante el paseíllo de ida.
Otra solución a las altas temperaturas llegó de la mano de la cuadrilla Zoroak, que portaba un bloque de hielo en su furgoneta. Por su parte, algún que otro miembro de Petralak optó por desfilar en bañador y abarcas por la calle Dato, donde, al contrario que en los días anteriores, la presencia del público brillo por su ausencia. Parece que el calor reinante desanimó a los curiosos, que prefirieron quedarse en casa hasta bien entrada la tarde.
Por su parte, los miembros de Txirrita optaron por cambiar el agua por litros de colonia y jabón líquido. Con la cara tapada para protegerse de los olores, los blusas y neskas de la citada cuadrilla recorrieron sobre su descapotable las calles de Gasteiz. A su vez, los integrantes de algunas txarangas optaron por utilizar un vestuario más femenino para hacer frente al calor. Así, los músicos encargados de acompañar a Luken se presentaron vestidos con minifaldas al paseíllo de ida. Un desfile marcado por las pistolas de agua y por la espuma diseminada por Batasuna.
Una vez finalizado el camino a de ida, los blusas y las neskas se dividieron en tres zonas lúdicas. La primera, situada en la plaza de toros, estaba reservada para los incondicionales de la tauromaquia, que acudieron al coso gasteiztarra para presenciar el concurso de recortadores. La segunda zona se extendía a lo largo del barrio de Desamparadas, o mejor dicho de sus bares, donde se hacinaban los blusas y las neskas presentes en el paseíllo.
Por último, la tercera zona se limitaba a la plaza de la Virgen Blanca, situada en el corazón de la ciudad. En ella, los blusas y las neskas asociadas a Jatorrak instalaron una piscina de camping. Una iniciativa puesta en marcha para celebrar el “Día del Limpio”, que aspira a convertirse en tradición tras la eliminación paulatina del “Día del Guarro”.
Tras un parón de dos horas, a las ocho y media de la tarde, los blusas y las neskas emprendieron el regreso al centro. Ya en Alde Zaharra, los caseros se dispusieron a cargar energías para despedir a Celedón, que a la una de la noche dejó a los gasteiztarras y puso fin a seis días de fiesta.
Un día de txosnas
Con el aldeano de Zalduondo lejos de la capital alavesa, la actividad en el centro tocó a su fin. No así en el Campus Universitario, donde se ubican las txosnas, que no cesaron su actividad tras la marcha de Celedón. Lejos de poner fin a la fiesta, el txosnagune se preparó para acoger a todos aquellos fiesteros, que peregrinaron por la ciudad en busca de un concierto.
Hoy, mientras Gasteiz trata de volver a la normalidad, toca hacer balance de La Blanca y comenzar a pensar en el año 2013, cuando el aldeano vuelva a instalarse de manera temporal en la ciudad.
Una amalgama de olores inunda el zoco árabe de las fiestas de Gasteiz. El calor hace el resto. Los inciensos, el couscous, los kebabs, incluso los falafeles y los pinchos morunos al calor de los fogones confieren a este lugar un encanto de antaño junto con la música. Se hace imperativo un refrigerio, ya que la plaza donde se ubica no goza de ni una sola sombra.
Nos dirigimos al único puesto que dispone de cañero. Es el que regenta la húngara Ágnes Kuzmann junto con su marido. «Él es checo», dice ella. «Cada uno venimos de una parte diferente», sonríe. Para ella el calor no resulta un inconveniente, al contrario, disfruta más con él. En su puesto ofrece comidas típicas de Turquía y Pakistán. Al típico kebab le añaden la salsiki,una salsa griega hecha de yogurt y pepino, u otra que lleva sésamo, aceite de oliva y levadura de cerveza. Pero es otra, la salsa picante, la que vuelve locos a los gasteiztarras: «Es bien picante, aquí en Vitoria a la gente le encanta», cuenta Kuzmann mientras su pequeña Adela de seis años nos interroga con la mirada. Además de todo eso, también ofrecen falafeles y platos con couscous.
Aparte de la «tasca» de Kuzzman, en el zoco no podían faltar las haimas. Mohamed Tamer, que lleva la suya desde 1995, nos recibe a la sombra de una. El calor que desprende el asfalto es ya agobiante. Al contrario que otros,según Tamer, la gente responde al negocio: «Nos visitan y vienen a ver cosas nuevas».
Novedades como el té verde o moruno, con hierbabuena, y las pastas árabes son las que ofrecen. También la posibilidad de fumar en cachimba: «Hay mucha aceptación y demanda», relata Tamer. No es el único que ofrece dulces árabes. Souad Bouzidi vende con bastante éxito un surtido variado de pastas hechas por ella misma. Es la cuarta vez que asiste a las fiestas de la Blanca: «Viene menos gente que otros años, también por el calor, pero va bien», explica satisfecha.
Pero, sin duda, por encima de las comidas o los olores, están las que podrían ser las estrellas del zoco, las que más miradas atraen: las bailarinas orientales. Milena Cañas es una de ellas, y encima es gasteiztarra. Lejos de vivir las fiestas como una neska más, las empeña en hacer lo que más le gusta: bailar. Es el quinto año que participa. En el caso de las danzas orientales, el bochorno no es un impedimento para que la gente se acerque: «El calor se ha notado pero la gente sigue viniendo». Las dejamos bajo la haima, aprovechando la sombra hasta su actuación de la 13.30. Todo un espectáculo. Amaia GARTZIA