Alguna palabra vuela libre y se aposenta en el aparato de fonación de varios individuos que coinciden en nuestra televisión y crean un corifeo extraño. Y de repente la palabra ganadora es: barbaridad. Consideran dirigentes del PSOE y el presidente de Andalucía que las acciones emprendidas por el Sindicato Andaluz de Trabajadores, con la figura de Juan Manuel Sánchez Gordillo al frente, es una barbaridad. A lo que el alcalde de Marinaleda responde, que barbaridad, lo que se dice barbaridad es lo de los ERE de la Junta. Y podríamos añadir varias cuestiones más para calificarlas como barbaridad. El sueldo restringido de los directivos de las cajas intervenidas que será «solamente» de trescientos mil euros anuales, eso sí con excepciones para que aumenten sus emolumentos. O que vayan a entrar treinta mil millones de euros para rescatar a Bankia sin que ninguno de sus saqueadores hayan sido citados por ninguna fiscalía. O que se suprima el subsidio de cuatrocientos euros para los que están en paro de larga duración. Y tantas otras barbaridades que están colocando a gran parte de la sociedad al borde de la explosión.
Lo triste de la acción del SAT, es que debe servir para agitar a la sociedad y que de nuevo coincidan de manera tan vergonzosa PP y PSOE en calificar esa acción política de robo, pillaje, asalto y que debe caer todo el peso de la justicia sobre los sindicalistas que cargaron los carros de comida para repartir a los más necesitados. La quiebra social es muy grande. Los causantes políticos de este caos económico están muy perdidos, porque ante la muerte de Sancho Gracia, le hacen panegíricos de toda índole, la mayoría, ya me adelanto, perfectamente merecidos, e insisten en remarcar lo de Curro Jiménez, que por cierto se está emitiendo en La 2 todas las tardes, cuando ese personaje se nos presentó como un bandolero bueno, que robaba a los ricos, terratenientes, poderosos para aliviar a los más necesitados.
Estas contradicciones son la expresión más clara de la barbaridad de despiste ideológico que sufren algunos, que colocan a la propiedad privada por encima de cualquier consideración moral, ética o política. Otra barbaridad.
