Udate
Desde la mar: una óptica diferente de nuestra geografía
Koldo Landaluze
Fijar nuestra mirada desde proa, otear a nuestro alrededor y sentir que nos envuelve un muro de mar que, a cada golpe de viento, es capaz de mostrarse temible o juguetón. Todo depende del viento o el estado de ánimo de ella, la mar. Siempre cercana y a pesar de ello tan desconocida, la mar es un espacio único que adquiere una dimensión muy especial en cuanto nos embarcamos en un bote o un barco que se sirve de velas para desplazarse por esta geografía que, de vez en cuando, es capaz de mostrarnos sus misterios y encantos más secretos. Presumimos de ser un pueblo que mira hacia la mar y que siempre hemos compartido con ella dolor, alegría y anhelos, pero un breve vistazo a nuestros puertos nos descubre la terrible realidad de un modelo de vida condenado a desaparecer. Esa mirada hacia los puertos desnudos de pesqueros debería invitarnos a una reflexión que compartimos con Jon Txonpe; patrón del velero «Luma».
Un breve vistazo a su rostro, curtido por el sol, el viento y el salitre, nos advierte de que, quizás, en otros tiempos, pudo haber sido alguno de aquellos piratas que partieron de la isla de Tortuga para ya jamás regresar o quizás, fue piloto de aquel «Holandés errante» que todavía hoy vaga por los mares en busca de su redención. Cualquier símil es válido para describir la fisonomía de Jon Txonpe, pero todas ellas deben tener un nexo común, la mar. «No es fácil describir las emociones que despierta la mar -afirma quien nos guía a través de esta singladura- pero todas ellas han legado en mi una sensación muy fuerte que inevitablemente me obliga a querer sentirlas una y otra vez. He realizado muchos viajes por mares muy diferentes y en cada uno de esos viajes he descubierto una sensación nueva. Recuerdo una noche muy especial en la que, a bordo del `Luma', regresé desde el Mediterráneo y me tropecé en proa con una luna gigantesca, casi imposible, que brillaba sobre una mar plana y calma. Después de varios días muy intensos de faena, aquella luna y en aquella mar, conté con la compañía de una música de jazz. No te puedes imaginar las sensaciones que se acumulan en un escenario de esas características y en la soledad de un barco».
Entre otras labores, Jon Txonpe se dedica a organizar salidas a bordo del «Luma», un viaje náutico que nos permite descubrir la fisonomía costera de Euskal Herria. «Resulta curioso -señala Txonpe-. Pero la mayoría de la gente que viaja conmigo, se lleva una gran sorpresa cuando descubre un lugar que les resulta familiar pero que, desde la mar, adquiere una perspectiva muy diferente. En nuestro país hay mucha afición por la montaña, pero resulta un poco triste que la única perspectiva que tiene mucha gente de nuestro entorno marino sea la que se observa desde los acantilados o desde la playa».
Enclaves especiales
En un intento por redescubrir nuestro paisaje, le sugerimos a nuestro patrón que nos señale en un improvisado mapa alguno de esos enclaves especiales con los que cuenta nuestra costa. «Son muchos -suspira-. Pero si habría que citar alguno en concreto, yo recomendaría descubrir San Juan de Gastelugatxe desde la mar. Es increíble... bordear su costa, sentirnos diminutos ante sus acantilados, observar las formas rocosas y la fauna que habita entre sus grietas... todo ello nos da una dimensión completamente diferente de lo que se ve desde tierra firme».
Pasaia también merece la pena ser vista desde la perspectiva de un barco, al igual que los acantilados de Iparralde. Una ruta muy especial es la que nos proponen los Flysh que recorren nuestra costa y, en concreto, Punta-Aitzuri de Zumaia. Observar este fragmento de acantilado es mágico y perturbador porque desde la mar da la sensación de que estamos viendo las oquedades de una calavera que emerge desde los fondos. Hace muchos años, los marineros se guiaban con los últimos rayos que se reflejaban en estos «ojos de la calavera»; es una especie de faro infalible que todavía hoy nos guía a puerto de forma segura. Según cuentan los viejos marineros, los ojos de esa calavera de Aitzuri son los ojos a través de los cuales nos observan aquellos marineros que murieron ahogados.
Dejando a un lado la fisonomía de nuestra geografía y aprovechando que estamos a bordo del «Luma», nada mejor que dejarnos llevar por esas otras sensaciones que nos invaden en cuanto sentimos cercana la presencia de un habitante de las profundidades. En nuestras costas existe una gran variedad de fauna marina. «En este sentido -afirma Jon Txonpe-, resulta muy recomendable dejarse acompañar por los mulares. Es una gozada cuando juegan con la proa del `Luma', saltando y acompañándote en tu ruta. A pesar de que no resultan fáciles de ver, nada es comparable a la presencia de las ballenas. En el Mediterráneo, por ejemplo, tuve la oportunidad de compartir unas horas con una familia de ballenas. Es impresionante porque siempre te miran a los ojos directamente y recuerdo cómo la madre intentaba alejar a su cría del barco empujándola con el morro. En nuestras costas también es posible observarlas, de hecho, un amigo me comentó hace muy poco que, a escasa distancia de Getaria, se había encontrado con una. Normalmente, es posible avistarlas en la fosa submarina que hay cerca de la plataforma `Gaviota'. Allí es posible ver cachalotes, orcas o el rorcual común».
Para quienes deseen redescubrir parte de nuestro paisaje desde una óptica diferente, nada mejor que regalarnos un fin de semana a bordo del «Luma» y seguir una travesía que puede iniciarse en Zumaia, navegar hasta Mutriku, hacer noche en Lekeitio o Elantxobe y regresar a Zumaia. El mismo punto de partida nos sirve para navegar hacia Donostia, echar el ancla y descansar en Hondarribia o Donibane Lohizune y regresar a Getaria y Zumaia. Todo ello empujados por el viento, porque, tal y como subraya nuestro patrón, «nada mejor que abandonar nuestras preocupaciones y estrés en tierra firme y dejarnos llevar por la calma y la risa compartida mientras escuchamos los sonidos de la mar y del viento en las velas». Las mejores sensaciones son aquellas que se asoman con la noche, cuando la proa rompe las olas y por efecto de la naturaleza, el entorno del barco se cubre de pequeños brillos fluorescentes, un efecto mágico que advertimos en cuanto el sol se oculta y en la proa dejamos atrás el perfil de la silueta montañosa de nuestro paisaje.
Todo ello es posible para quien desee compartir esta experiencia desde Donostia o Zumaia, pero siempre a bordo del «Luma» y guiados por alguien que habla con tanta pasión de la mar como Jon Txonpe.