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Joseba Areitio Piedra Presidente de la Asociación Vasca de Meteorología «Amillena»

La galerna del 12 de agosto de 1912. Un siglo después

Las mejoras en las condiciones de la navegación y el avance de la meteorología han permitido que en tiempos recientes no se hayan producido tragedias como la vivida en 1912. Sin embargo, no debemos bajar nunca la guardia

Entre los días 12 y 13 de agosto de 1912 se abatió sobre el Cantábrico una de las más trágicas galernas que se recuerdan. El número de víctimas pudo superar las 160, de las cuales 116 fueron arrantzales de Bermeo que faenaban a 45 millas de Matxitxako. Los partes meteorológicos de esos días indican la existencia de mar «muy arbolada» en la costa, con oleaje que pudo superar los 10 metros en alta mar, según el testimonio del patrón lekeitiarra Daniel Escurza, superviviente de la tragedia: «la mar al desmontarse y levantar olas como casas y todas seguidas no te dejaba oír».

Una galerna se define como un brusco giro del viento, que pasa desde componente sur a componente oeste. Las intensas ráfagas del oeste vienen además acompañadas de un descenso acusado de las temperaturas y un aumento de la nubosidad.

Existen dos tipos fundamentales de galernas: las galernas típicas y las frontales. La galerna típica se produce básicamente cuando existe una gran diferencia de temperatura entre Galicia y el País Vasco, afectado este último por una lengua de aire cálido del sur.

Estas galernas no suelen superar los 90 km/h y aparecen en forma de una fuerte brisa que levanta arena de las playas, tira las sombrillas y revuelve la mar. Estas galernas se producen varias veces al año entre mayo y septiembre. Normalmente no provocan mayores consecuencias.

La galerna frontal se produce al paso de un frente de aire frío que avanza con inusual rapidez por las costas del Cantábrico. En algunas ocasiones, el frente va asociado a la rápida formación de una borrasca de pequeña extensión, pero muy profunda, que cruza el Golfo de Bizkaia. Este fenómeno se denomina ciclogénesis explosiva. Estas ciclogénesis van ligadas a la presencia de una profunda borrasca en el Atlántico Norte, y a la existencia de intensos vientos del oeste a unos 8 kilómetros de altitud sobre el Golfo de Bizkaia. Este tipo de galernas son muy peligrosas, ya que las rachas de viento pueden superar los 150 km/h, produciéndose a su paso un empeoramiento considerable del estado de la mar que puede prolongarse mucho tiempo. Las galernas frontales se producen en cualquier época del año, con una frecuencia que se limita a unas pocas cada década.

El análisis de los partes meteorológicos del 12-13 de agosto de 1912 nos indica que esta galerna pudo ser originada por una violenta ciclogénesis en el Golfo de Bizkaia. Otras galernas históricas de similares características fueron: el 20 de abril de 1878 conocida como la galerna del Sábado de Gloria; el 12 julio 1908; 7 de julio de 1938; el 26 junio de 1958; el 12 julio 1961; el 6 de julio de 1969; y el 7 junio de 1987; entre otras. Más recientemente, en diciembre de 1999 y en enero del 2009, los ciclones Lothar y el Klaus originaron galernas de este tipo. Como hecho curioso, algunos meteorólogos sugieren que en julio del año 1588, la famosa «Armada Invencible» pudo ser diezmada por una galerna cuando ya volvía maltrecha del combate.

En la actualidad, los modelos meteorológicos permiten predecir de forma fiable la formación de galernas con unos tres días de antelación. Además, existe una densa red de estaciones meteorológicas a lo largo de todo el Cantábrico atenta a cualquier rolada inesperada del viento. Las mejoras en las condiciones de la navegación y el avance de la meteorología han permitido que en tiempos recientes no se hayan vuelto a producir tragedias como la vividas en 1912.

Sin embargo, no debemos bajar nunca la guardia.

De hecho, el hundimiento del Marero en 1998 pudo ser causado por una ciclogénesis más intensa de lo esperado, según han concluido algunos investigadores.

Para finalizar, recordemos de nuevo al recio arrantzale lekeitiarra Daniel Escurza. Tras permanecer tres días en la mar sujeto a unos palos, fue rescatado por un arrastrero a la altura de Donostia. Cuando subió a bordo, Daniel dijo a la tripulación: «por mi podéis seguir pescando y luego iremos al puerto».

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