«Euskal Herria es un modelo en la lucha contra el TAV»
Idoia ERASO | BAIONA
Alain Devalpo define Euskal Herria como una tierra de lucha y de cooperativismo. Interesado por el despilfarro de las grandes infraestructuras, así como por las luchas de los pueblos minoritarios, ha encontrado en nuestro país una forma de trabajar que define como «modelo» para otros pueblos y que, incluso, ha utilizado como tema de conferencia entre los mapuches de Chile, por ejemplo. Su nombre ha saltado a la actualidad por un artículo que ha publicado en «Le Monde Diplomatique» sobre grandes infraestructuras.
Como periodista, ¿qué es lo que le ha interesado especialmente de Euskal Herria?
Lo que me interesa es que estando en territorio francés, donde hay una política para borrar las culturas minoritarias, es una cultura que está muy viva y que reivindica su lengua. Me interesa su cultura pero también su manera cooperativa de trabajar. Esto es algo que me interesa porque yo me defino como un reportero de luchas y de resistencias. Me parece que es especialmente notable ya que da ideas a otras culturas minoritarias; pienso, por ejemplo, en la cultura bretona, que trata también de salvaguardar su lengua y que ha creado una Korrika siguiendo el ejemplo vasco.
En su trabajo ha tratado ámbitos muy diferentes de la sociedad vasca.
Soy un periodista independiente, así que una manera de sobrevivir es diversificar los temas. En Euskal Herria he trabajado sobre la lengua, el aspecto económico, la lucha contra el TAV. Todo eso para mí es una lucha para salvaguardar una cultura, pero también para mantener la diversidad. Esto se ve claramente en el caso de la lengua. Muchos interlocutores me han dicho que luchar para que el euskara sobreviva no es luchar contra el francés o el castellano, sino que es, finalmente, aceptar la diversidad.
El combate por la lengua es el nervio de la guerra porque después muchas cosas se pueden desarrollar. He encontrado este tipo de lucha también en América Latina, entre las comunidades indígenas, como entre los mapuches en Chile. Allí también tienen las mismas líneas conductoras.
De hecho, ofreció una conferencia en Chile sobre la revitalización de las culturas vasca y mapuche.
Mientras estaba haciendo un reportaje en Chile, la comunidad mapuche me pidió que diese una conferencia y, como había trabajado en torno a la lengua vasca, me pareció que lo más interesante era contar lo que ocurre en el País Vasco. El objetivo no era que fuese un modelo y que haya que hacer lo mismo allí, sino incitarles a pensar en cómo pueden aprender de lo que los vascos hacen para que ellos, en un contexto diferente, intenten proteger su cultura y su identidad. De hecho, después me reuní con dirigentes mapuches que habían venido al País Vasco a hacer una formación sobre el proceso de revitalización de la lengua.
¿Qué ejemplos les puso?
Les expliqué lo que había visto en el País Vasco. Por un lado, la Korrika pero también los resultados para frenar de pérdida de hablantes entre las nuevas generaciones, y también de todo el universo que tiene que haber alrededor de una lengua y la influencia que ello tiene, sobre todo a nivel mediático, la presencia de las radios y televisiones en vasco. El proceso de revitalización de la lengua es largo y complejo. No vale solo con tener buena voluntad; es necesaria la voluntad política, que también necesita medios.
Aquí la defensa de la lengua se ve como algo positivo pero en el Estado francés se percibe como un ataque.
Efectivamente, en París, que continúa con una política muy centralista, está mal vista en el seno de los grandes partidos políticos. Pero está muy bien vista en las regiones. Lo que ocurre en el País Vasco es un ejemplo de ello. La fuerza del País Vasco es que se encuentra a ambos lados de la frontera. En lo que respecta al lado francés, porque puede contar con el apoyo del poder político y económico, la autonomía, de los gobiernos en el País Vasco Sur, que permite al País Vasco Norte tener un apoyo que no existe por ejemplo en Bretaña; allí no tienen ningún apoyo, por lo que tienen menos fuerza económica y política.
¿Cree que es necesario hacer un poco de didáctica en las zonas del Estado en donde no se habla más que el francés?
Cuando hablo con la gente sobre el País Vasco, o sobre muchos otros países y regiones, en las redacciones parisinas, que tienen luego mucha repercusión, veo que hay muchos clichés, sobre todo sobre el País Vasco y con el prisma de ETA. En cuenta se hablaba del País Vasco, enseguida te hablaban de terrorismo. A mí lo que me interesa, tanto en el País Vasco como en Chile o en Colombia, es mostrar que la realidad es mucho más compleja y mi trabajo es denunciar esos clichés. Simplemente contando lo que ocurre, sin tomar posición -yo no soy un periodista militante-, cuento las luchas y las militancias sin ser militante. Mi militancia es interesarme por esas luchas.
Ahora que la situación ha cambiado aquí, ¿ha evolucionado la percepción sobre Euskal Herria?
No lo sé porque no he trabajado el tema últimamente, pero no estoy seguro de que las cosas hayan cambiado. Con que haya alguna resistencia, ya se puede criminalizar. Es como lo que ocurre en el Valle de Susa, en Italia, donde hay una resistencia contra la línea de alta velocidad entre Lyon y Turín: no hay ningún tipo de movimiento armado, no hay nada, pero la resistencia se ha criminalizado enseguida.
El aspecto de la criminalización de los movimientos de resistencia, es lo que cuento en el artículo que he publicado recientemente en «Le Monde Diplomatique». La criminalización de la resistencia forma parte de una estrategia para imponer una voluntad única. Es una voluntad centralizadora a través de grandes proyectos de infraestructuras dirigidos por las grandes empresas inmobiliarias o de infraestructuras, como Veolia, Vinci, Eiffage o Bouygues. Los intereses económicos y políticos son grandes. Yo no tengo una buena opinión de las redacciones parisinas de los medios; de hecho, colaboro con muy pocas redacciones en materia de periodismo puro y duro. Por eso me oriento más hacia el documental.
El artículo publicado en «Le Monde Diplomatique» se titula «El arte de los grandes proyectos inútiles». ¿Qué es lo que cuenta?
El proyecto del artículo nació el año pasado durante el I Fórum de Grandes Proyectos Inútiles que tuvo lugar en el Valle de Susa (este año ha tenido lugar en Nantes). Cuando propuse el tema, reflexionamos sobre cómo contar lo que pasa, sabiendo que a nivel literario no tenía interés hacer un inventario de todas las infraestructuras inútiles como aeropuertos, estadios, lineas de TAV... Nos decidimos por una opción irónica para contar lo que tienen en común todos esos grandes proyectos.
Lo que cuento es que hay una lógica ligada a los grandes proyectos y a partir de ahí lo relato de manera irónica para que llegue a los lectores, para sensibilizarles sobre este tema.
En el artículo habla de varios ejemplos europeos. ¿Se trata de un problema intrínsecamente europeo?
Es un problema mundial. Por ejemplo, creo que no es un error hacer un paralelismo entre el hecho de que España sea el país que ha construido más kilómetros de líneas de alta velocidad en las últimas décadas y la situación económica del país. Tomo el ejemplo de la región valenciana. El balance muestra que se trata de una región totalmente siniestrada que ha construido muchísimas cosas que hoy en día están vacías, como aeropuertos, la dársena para la Copa América... Efectivamente, hay un paralelismo entre la crisis económica y la situación económica y el endeudamiento de países como España y sus grandes proyectos.
Pero esto también es válido a nivel mundial. Como ejemplo está el caso de China; allí hay ciudades fantasma que se construyeron para hacer correr la caja registradora de las grandes empresas de infraestructuras. Al final hubo que cortar el artículo, pero terminaba diciendo que China tiene mucho que enseñarnos sobre los grandes proyectos y lo que son las ciudades fantasma.
En el artículo también habla sobre la resistencia contra el TAV en Euskal Herria.
Creo que la resistencia contra el TAV en el País Vasco es un modelo porque, por un lado, está la manera histórica sobre la forma de organizarse y de luchar para preservar su cultura, pero también para preservar su paisaje y, especialmente, para tratar de impedir la construcción de las grandes infraestructuras. Si miramos al País Vasco comparado con otras costas francesas, nos encontramos con un litoral mucho más preservado. Esta dinámica se encuentra también en el proyecto de líneas del TAV sobre el que he trabajado mucho.
Los vascos me han sorprendido; han luchado y continúan luchando. Me parece que se trata de una manera de organizarse totalmente pertinente. Esto puede tener ecos en otros lugares del mundo donde la gente también se enfrenta a diferentes problemas.
¿En qué está trabajando ahora?
Preparo varios temas sobre Senegal; especialmente, sobre el naufragio del barco Joola. En setiembre hará diez años que naufragó. Se trata de un caso que se ha olvidado totalmente a pesar de que costó la vida a dos mil personas, más muertos que en el Titanic. Es el mayor naufragio civil de todos los tiempos. Trabajo con las familias para que el drama no se olvide, para que se haga justicia. Es un trabajo que se publicará en un blog y en tres emisiones de France Culture. Esta es otra forma de lucha, es una lucha contra el olvido y por la justicia.
«Creo que se puede hacer un paralelismo entre el hecho de que España sea el país que ha construido más kilómetros de líneas de TAV en las últimas décadas y su situación económica actual»
«Euskal Herria es interesante porque estando en el Estado francés que borran las culturas minoritarias. Tiene una cultura muy viva y me interesa también su manera cooperativa de trabajar»