CRíTICA: «Brave»
Las flechas de Pixar y Disney dan en la misma diana
Mikel INSAUSTI
En la asociación entre Pixar y Disney nadie ha salido perdiendo. La compañía independiente de John Lasseter ha encontrado la consolidación que necesitaba dentro de la industria de la animación, mientras que la del tío Walt se ha visto renovada en sus ideas, además de recibir el impulso necesario para seguir manteniendo su hegemonía de cara al futuro. Al principio ha habido un periodo de tanteo, sin que se produjera un verdadero intercambio de estilos, hasta que por fin la fusión artística llega con «Brave».
Tengo la sensación de que «Brave» no será apreciada en su verdadera valía hasta dentro de unos cuantos años, porque el público que únicamente quiere películas cien por cien Pixar no está dispuesto a admitir de momento ningún tipo de evolución o estrategia. Semejante cerrazón contrasta con la felicidad personal que me embarga, al saber que a partir de ahora podré ir a ver los lanzamientos de Disney sin miedo a encontrarme con lo mismo de siempre.
Para los de Emeryville «Brave» supone su primera heroína y para los de Burbank todo resulta diferente, puesto que nunca antes habían apostado por un cuento de princesas en el que no hay príncipes azules con los que casarse y a los que someterse. Esta vez la princesa Merida deberá enfrentarse sola y con sus propios recursos al encantamiento de turno, para derrotar al monstruo, un personaje que ha cambiado también muchísimo. Lo que la bestia oculta, ese gigantesco oso que parece salir directamente de un documental de Werner Herzog, refleja el proceso de madurez de la intrépida arquera de larga y rizada melena roja. Y su emancipación pasa por el modo en que ha de resolver el conflicto maternofilial que encarna el enfrentamiento entre la mujer tradicional y la moderna. El clímax de este gran canto a la cultura celta sobreviene en el interior del megalítico círculo mágico formado por las milenarias piedras del crómlech, a la vez que la música de Patrick Doyle y sus gaitas escocesas nos trasladan a las Highlands, junto con cánticos tan atávicos como «Song of Mor'du».