Ellos son así. No hay razón a la que atiendan ni corazón al cual entiendan. Estirpe caníbal sin raza ni linaje, oscuros seres de vampirescos trajes que solo saben matar. Gestores de la inacabada guerra de colonización de los pueblos de la península ibérica, llámense PP o llámense PSOE, no es posible para ellos el perdón.

Son estas fechas de maletas hechas y camas por deshacer, estos días tan difíciles para distinguir entre hoy, mañana y ayer, las que hacen que no sean solo familiares y amigos de presos quienes coloreen la red española de carreteras con furgonetas molonas o wagons full equipe y odiosas ovejas pegadas al maletero. ¿No eran más guays las de «Nuklearrik ez?». Para los controles más que nada -que diría aquel.

El caso es que hasta hace bien poco tiempo muchos vascos no hemos podido disfrutar de todo lo que nos pueden llegar a ofrecer los diversos parajes que, una vez perdido, ya sea en reinos, principados, mesetas o playas eternas, el viajero encontrará. En eso que llamamos España sin darnos cuenta de que si eso es España esto también lo es y, lo que es más importante, que cuando ellos despierten y vean que su ruina se llama España, ese día, nuestra ruina también acabará, o al menos se llamaría Euskal Herria.

Pues en eso que llamamos España, digo, y siempre tras superar la paranoia que crea el darte de bruces en cada calle con lo que crees una casa cuartel de la Guardia Civil, pues en ella ondea firme la rojigualda, y resulta ser una casa particular celebrando triunfos futbolísticos, ahí, en esos lugares donde tú para ellos no pero ellos para ti sí son extranjeros, ahí viven pueblos hermanos del nuestro con costumbres y culturas propias que nada tienen que ver con lo que vemos en la televisión.

Pueblos hermanos, aunque solo sea debido a que son esos oscuros seres de vampirescos trajes que solo saben matar los que como a nosotros les roban la vida poco a poco, día a día. Sin que apenas ellos tengan conciencia de ello, si acaso los más viejos, vaciaron los pueblos, les robaron la vida y los llenaron de hoteles y restaurantes.

Y ahora los tienen ahí, que si no los mata el asco los va a matar el hambre. Familias enteras que llenan ventanales, cuadrillas de a veinte fumando en los parques, cuadrillas que, como aquí, se reparten las visitas del último colega que han metido a la cárcel. Es, prácticamente, como aquí era antes y hoy todavía es.

Pero ellos son así. No hay razón a la que atiendan ni corazón al cual entiendan. Estirpe caníbal sin raza ni linaje, oscuros seres de vampirescos trajes que solo saben matar. Gestores de la inacabada guerra de colonización de los pueblos de la península ibérica, llámense PP o llámense PSOE, no es posible para ellos el perdón.

Y llegas a casa y lees que les ha dado por ¡matarnos de hambre! No me digáis que no es como pa'...