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Raimundo Fitero

Marquesa

 


Tal como está el cotarro, ¿es de recibo que la marquesa de Salvatierra sea la Defensora del Pueblo? Esto solamente puede suceder en un lugar tan pintoresco y atrasado como el reino de España. Así que alguien que debería proteger a la ciudadanía de los excesos de las instituciones, se convierte en la infantería más bestia contra el propio pueblo o contra algunos de sus ciudadanos. Soledad Becerril, la primer ministra de cultura de la transición con UCD, se ha mostrado como una carca inconmensurable y que forma parte de esa plaga de corrupción total que ha infectado a la débil democracia española que está causando el actual gobierno neo-franquista, que se nota en su actitud inquisitorial y manipuladora con Sánchez Gordillo y su intervención, con incitación a una solución final rozando lo criminal en el asunto de Iosu Uribetxeberria.

El espectáculo que están dando las instituciones españolas, sus ministros, defensoras de sus prebendas de clase y algunos tontos útiles e interesados como ese señor de los cuellos levantados, Urkullu, sobre la situación de Uribetxeberria, es lamentable en cuanto se demuestra una incapacidad para un mínimo de seriedad en el cumplimiento de sus propias leyes, con un empleo de la saña, la crueldad gratuita, que los retrata y transmite una idea perfecta de sus malas intenciones, de sus modos totalitarios, del desprecio absoluta por todo aquello que sea reconocer en el otro la dignidad de un ser humano.

Las televisiones están informado de este asunto con muchos reparos. No saben exactamente qué puede pasar. Algo va a pasar, pero las movilizaciones y las muestras de solidaridad crecen y sus mezquinos argumentos se oscurecen y debilitan ante las certificaciones médicas. La marea azul cielo de apoyo se ve retratada en casi todos los noticiarios, en algunos con un soporte literario neutro, en otros, mostrando el sustrato violento sobre el que argumentan sus mentiras y sus odios. Se dedican a echar vinagre sobre todas las heridas abiertas. No tienen otra obsesión.

Nosotros esperamos que este artículo se haya quedado obsoleto antes de su publicación, porque Iosu esté ya en su casa como le corresponde, cuando lo lean.

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