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Udate

«Quiero ser italiano» ridiculiza los complejos raciales ligados al consumismo

M. I. | DONOSTIA

Esta comedia satírica de Olivier Baroux se gana al espectador desde el preciso momento en que comienza a sonar la canción que sirve de leit motiv, aquel «L'italiano» que interpretaba Toto Cutugno. Pega muy bien en el ambiente de la Niza turística, donde se ven muchos coches de lujo, los mismos que vende el protagonista interpretado por Kad Merad en un concesionario de Marserati.

Se gana a los clientes con alguna que otra palabra suelta de italiano, que van muy bien para vender un caro deportivo de dicha procedencia. Pero lo cierto es que ni sabe hablar italiano, más allá de las frases tópicas, ni tampoco ha nacido en el país transalpino. Su verdadera identidad cultural la tiene olvidada y permanece oculta a los demás, hasta que su mascarada se le complica cuando enferma su padre, el cual le hará prometer que como buen hijo de musulmán cumplirá con el Ramadán.

Kad Merad se identifica plenamente con el papel debido a su origen argelino, a sabiendas de que en la profesión actoral son muchos los que renuncian a su verdadero nombre para cambiárselo por otro artístico que suene más francófono de cara a funcionar en dicho mercado. Por eso, el humor amable que encarna contiene un cierto poso amargo.

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