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«La música de Mahler es capaz de dirigirse a cualquier público»

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Jonathan Nott

Director de Orquesta

Jonathan Nott es el director titular de la Orquesta Sinfónica de Bamberg desde el año 2000. Considerado un gran especialista en música alemana y también en el repertorio contemporáneo, en los últimos años está surgiendo también como uno de los más destacados directores de la música de Mahler, cuya «Sexta sinfonía» dirigirá esta tarde en la Quincena Musical.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

Jonathan Nott dirige esta tarde a la Sinfónica de Bamberg en su segunda actuación en la Quincena Musical, que gira en torno a la «Sinfonía nº6, Trágica» de Gustav Mahler. Mañana clausurarán el festival con un programa dedicado a Debussy y Stravinsky.

Sus inicios en la música se dieron como niño corista en la Catedral de Worcester. Dice que esa experiencia le hizo ser consciente a muy temprana edad de la manera en que la música se relaciona con la vida.

Comencé a cantar en el coro de la catedral a los 8 años. Cuando desde tan pequeño trabajas con la música a un nivel casi profesional y en el ambiente de una catedral, enseguida te vas dando cuenta de que la música está llena de significado y propósito. La música tiene la capacidad de transmitir los sentimientos humanos de una forma en que a menudo las palabras no pueden hacerlo. Eso lo ves muy claramente en una iglesia, donde la música se emplea para potenciar la emoción y la vivencia de unas creencias tan profundas que a veces son imposibles de formular verbalmente. Hasta un niño como yo podía ver que la música juega un papel mucho más importante en nuestras vidas que el de simple entretenimiento.

En Cambridge también se unió al coro y llegó a estudiar varios años de canto. ¿Por qué se decantó finalmente por la dirección de orquesta?

Porque para ser cantante es fundamental tener una buena voz y yo no la tenía. No, al menos, como para alcanzar los objetivos que me había propuesto. Pero mientras me preparaba como cantante estudié también el piano, con el que acompañaba a mis compañeros cantantes habitualmente. Finalmente esto me llevó a estudiar dirección y, poco a poco, comencé a dirigir óperas.

¿Influye de alguna manera su experiencia como cantante a la hora de encarar la dirección orquestal?

Hay una cosa particular en el arte de cantar que sí trato de aplicar a la orquesta. Es un sentido de la dirección y de la tensión constante, pues un cantante tiene que mantener con sus músculos vocales cada segundo de cada nota, sabiendo hasta donde puede llegar con el aire que le queda y emitiendo en todo momento el mejor de los sonidos. Suelo trata que en la forma en que los instrumentos de cuerda cambian sus arcos, o en la que frasean los de viento, se reflejen estas características de la voz humana, que creo está presente en la concepción de casi toda la música instrumental. A un nivel más amplio esta teoría se aplicaría también a las grandes formas musicales. Suelo intentar que una sinfonía, desde que nace con la primera nota hasta que se extingue con la última, evolucione como si fuera una única respiración.

En un momento dado decidió dejar el Reino Unido para formarse en Alemania como maestro de capilla (Kapellmeister). ¿Por qué apostó por este camino?

Estaba trabajando ya en la Opera Studio de Londres pero decidí que, si iba a tener que enfrentarme con frecuencia a óperas alemanas, lo mejor sería que fuera yo mismo a Alemania a aprender el idioma y entrar en contacto con el repertorio. Una vez allí empecé a trabajar y pronto me percaté de que, si quería ser un director profesional, era el mejor lugar donde intentarlo. Piensa que cuando yo llegué, solo en la Alemania occidental existían nada menos que 66 teatros de ópera.

Además la ópera es un género que exige una cualidades muy completas del director. No solo se encarga de la orquesta, también de los cantantes, la coordinación e infinidad de pequeños detalles que tiene que poder solucionar. Para eso lo más importante es la experiencia, y el mejor camino para acumular experiencia es el sistema de Kapellmeister alemán, por el que pasaron grandes directores de ópera como Kleiber o Karajan.

¿Por qué decidió quedarse finalmente en Alemania?

No fue algo planificado. Sencillamente comencé a trabajar cada vez más en Alemania y cuando quise darme cuenta ya estaba envuelto en la vorágine de su vida musical. Además la música alemana es muy rica en un plano humanista y filosófico. Cuando comienzas a entender correctamente la música de Schubert, Schumann, Brahms o Wagner, te embarcas en un viaje maravilloso que, en mi caso, todavía no ha llegado a su fin.

Esta tarde dirigirá la «Sinfonía nº6» de Mahler. Se le está empezando a considerar un gran mahleriano. ¿De dónde le viene esta afinidad con su mundo estético?

Mi verdadero descubrimiento de Mahler no ha tenido lugar hasta hace cinco o seis años, pero ha sido particularmente intenso. Lo que me fascina de Mahler es que su música es capaz de hablarle al público en varios planos simultáneos. Un intelectual puede encontrar en ella guiños de enorme inteligencia, pero alguien que no lo sea puede disfrutar de sus soberbias melodías. Un amante de la música contemporánea puede encontrar en Mahler infinidad de detalles sofisticados de un pionero de la música del Siglo XX, pero quien no tenga ningún interés por la contemporánea podrá disfrutar de la espectacularidad de sus marchas militares o del precioso lirismo de sus adagios. Mahler puede ser entendido por todos, y al mismo tiempo es un reto extraordinariamente complejo para un director, por todas las opciones paralelas que se le ofrecen para interpretarlo y las connotaciones filosóficas que se desprenden de la forma en que decida hacerlo.

 
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