Ibon Portillo | Gorliz
Justicia
«Desgraciadamente, la perdición del hombre es el olvido» es una frase que al oírla cabe reflexionar y profundizar en ella, puesto que arraiga una verdad absoluta y alberga una gran pista para la solución de tantos conflictos.
El pasado abril Iñigo Cabacas Liceranzu murió a causa de un pelotazo arrojado por un ertzaina que, no hay nunca que olvidar, todavía encapuchado y protegido por sus leyes, tiene la orden de disparar a más de 40 metros de distancia y solo a las extremidades inferiores. Este y otros, no hay que olvidar, han causado, que se «conozcan», por lo menos, cuatro muertes, pérdidas de órganos, hemorragias internas e infinidad de daños a la población que supuestamente tienen que «cuidar», como nos recuerda su designación literal en nuestra lengua.
Nuestro deber es el de no olvidar a Iñigo; no olvidar a Imanol Lertxundi, muerto el 9 de febrero de 1995 a los 68 años de edad, víctima de la contundencia y procacidad de este mismo cuerpo; no olvidar a Rosa Zarra Marín, muerta a sus 58 años víctima de otro pelotazo lanzado a una distancia inferior a cinco metros que impactó sobre su abdomen; no olvidar a Kontxi Sanchiz, de 58 años, muerta a consecuencia de una carga policial en Hernani el 14 de marzo de 2004.
La justicia debería ser el espejo con el que hay que despertarse cada día para forjar un mundo mejor. Me pregunto qué verá al mirarse al espejo cada mañana quien disparó esa pelota de goma que acabó con la vida del joven de Basauri. Tantas preguntas me hago...