¿Un nuevo PRD?, ¿Un partido-movimiento?
Es la acción la que creará la base de un futuro partido de masas, pero para eso se necesitan confluencias y audacia.
Guillermo ALMEYRA «La Jornada»
Pasaron las elecciones. Como en cada caso en que hubo una oposición de masas (Vasconcelos, Henríquez, Cuauhtémoc Cárdenas, AMLO), las clases dominantes hicieron un fraude descarado y masivo, demostrando una y mil veces que no toleran la democracia. Por eso, exigir al Estado organizador del fraude que lo anule es necesario, pero pensar que lo hará es ingenuo. Otra cosa es resistir la imposición fraudulenta por todos los medios, con vistas al futuro, aunque esa resistencia deba vencer varios lastres.
Para ejercer la oposición AMLO no tiene hoy ni instrumento ni estrategia. No puede ofrecer luchar por otras elecciones -que serán aún más fraudulentas que las actuales- ni construyó el cauce para la autorganización de los trabajadores en torno de la lucha por sus necesidades sociales, culturales, económicas, nacionales, democráticas. El programa nacionalista-neodesarrollista que ofrecía aplicar desde arriba no sirve para organizar la lucha cotidiana desde abajo, así como los comités electorales solo sirven para una lucha electoral, perdida siempre de antemano, que, por supuesto, había y hay que dar, para no regalar espacios democráticos, pero sin esperar cambiar a México mediante las urnas.
¿Y ahora qué hará? ¿Convertirá a Morena en un nuevo PRD, es decir, en un partido-órgano de mediación, integrado en el Estado capitalista dependiente cada vez más descompuesto y corrupto? ¿Lo hará con los políticos derechistas de todo tipo heredados del PAN y del PRI que, mezclándose con intelectuales decentes y aprovechando las esperanzas y las movilizaciones ciudadanas de millones de explotados y oprimidos, buscan rehacerse una virginidad política y prepararse para remplazarlo en un próximo futuro?
Pero un partido electorero no sirve para el actual cambio de época y, además, no despertará grandes entusiasmos. Porque las clases dominantes acaban de enterrar la alianza nacida durante la Revolución Mexicana entre los campesinos (entonces mayoría y hoy apenas residuales), los obreros (hoy reprimidos) y el aparato estatal, ya que este está en manos del gran capital internacional (y de la delincuencia de guante blanco o de Kalashnikov) y no puede hacer concesiones democráticas, no le interesa la política nacional sino el mercado mundial y no respeta los pactos corporativos de ningún tipo.
Solo queda arar y sembrar profundo en la sociedad mexicana y responder a la crisis del capitalismo en el país y en el mundo defendiendo y organizando a sus víctimas. Solo quedan los movimientos sociales. Pero el único movimiento hoy importante es el de los #YoSoy132, aunque para mantenerse y no refluir desgastado deba definir mejor su programa y extender más su acción a otros sectores populares. Los obreros han sufrido duros golpes y derrotas; están luchando por reponerse y, desgraciadamente, fueron dejados en un lugar subordinado por el electoralismo ciego. Los campesinos, bajo el impacto de la emigración, del TLCAN, de la ocupación militar del país y del narcotráfico, también se esfuerzan por reorganizarse.
En el principio no fue el Verbo, sino la Acción. Es la acción la que creará las bases para un futuro partido de masas (o sea, para la agrupación en torno a ideas compartidas, comunes, no a aparatos verticalistas y decisionistas y electoralistas).
Para eso se necesitan confluencias y audacia programática, iniciativa creadora para organizar y la comprensión de que la izquierda y los sindicatos combativos son una minoría y, por eso, deben lanzarse a estructurar las inmensas mayorías, hoy despolitizadas y desorganizadas, pero en las que circula la rabia, la represión, la ilegalidad y la corrupción estatales.