Realidad
Carlos GIL | Analista cultural
La realidad sale al paso y convierte las buenas intenciones en apresuradas decisiones que no son compatibles con la vida democrática. La realidad es en ocasiones lo contrario del realismo artístico. Se acerca más a una idea periodística, a un don para la gobernanza, un estadio del análisis desde el que emprender el camino ajustando tiempos, condiciones y objetivos. La realidad se coloca como excusa y a la vez como espoleta. La podemos encontrar en el actual IVA o se puede descifrar en algunas decisiones tomadas por el equipo directivo de Zinemaldia.
Tras cualquier acción, la realidad cambia, y desde esa nueva realidad se debe operar. Obviarla es auto-engañarse. Aceptarla sin más, es rendirse ante la maquinaria de un poder superior que no necesita de más explicaciones para decidir que su inspiración divina o la que le llega desde una realidad que puede ser muy malinterpretada o manipulada sin más. En realidad, nunca se sabe cuando se habla de la realidad o de la ilusión de la realidad. De una convención o de una conveniencia.
El precio de las entradas va a subir, va a caer la presencia de espectadores, se va a entrar en una recesión viral y el futuro es oscuro. Una realidad. Lo de la censura en Zinemaldia es un síntoma de peor diagnóstico. Es una huida pertinaz de la realidad socio-política, la actual, un distanciamiento con la creación local y los temas candentes que afectan de manera positiva a la sociedad vasca. Su renuncia a exhibir ciertas películas vascas que tratan asuntos que afectan a ciudadanos vascos lo coloca fuera de la realidad. Y a su director en una situación de precariedad insoportable. Menos estrellas y más realidad.