Belén MARTÍNEZ | Analista Social
¿Límites a la libertad de expresión? (I)
Mi libertad me deja y soy un pobre espectro», clama Astor Piazzolla en Libertango. La libertad es una condición fundamental de la práctica artística. Su defensa nos obliga a tolerar ideas contrarias a las nuestras. Todo un dilema ético, principalmente cuando otros valores en los que creemos son desdeñados.
¿La defensa de la libertad de expresión es absoluta, como lo es la oposición a la pena de muerte? ¿Qué hay de cierto en eso de la independencia de la obra de quien la produce?
En 1994, una fotografía en la que se mostraba la ropa ensangrentada de un joven soldado bosnio asesinado durante el conflicto de los Balcanes desencadenaba el boicot contra una conocida marca italiana. En 2006, el director de la Comedie Française desprogramaba «Viaje al país sonoro o el arte de la pregunta», de Peter Handke. Bozonnet consideraba que asistir al entierro de Slobodan Milosevic suponía «un ultraje para las víctimas».
Que a Lars Von Trier le declaren «persona non grata» y le expulsen de Cannes o que la República francesa retire a John Galliano la Legión de Honor, ¿son actos de censura?
En «Elogio literario de Anders Breivik», un panfleto de 18 páginas ¯incluido en «La lengua fantasma»¯, Richard Millet, que en 1994 recibió el premio de ensayo de la Academia francesa, evoca la «perfección formal» del crimen y su dimensión «literaria». Para el escritor miembro del comité de lectura y editor de Gallimard, es lo que «sin duda, se merecía Noruega».
Seguramente, Millet adquirirá más notoriedad. Y yo retornaré a la isla de Utoya, a la que amaré siempre... hasta el dolor, como la libertad que no logró arrebatarnos Breivik.