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El postmayo del 68 de Olivier Assayas y los yakuzas de Takeshi Kitano batallan en la Mostra

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Mateo Sancho Cardiel-EFE | venecia

Assayas lucha con las armas de la templanza y el intelecto, pero vence, precisamente, por contar cómo asumió una derrota: la del ardor político sobre la expresión artística. En «Après mai», tras la explosiva serie para televisión de éxito internacional «Carlos», el realizador repliega su artillería narrativa hacia una reflexión íntima sobre la adolescencia después de un mayo que no puede ser sino el de 1968, y en el que la juventud intentaba tomar el testigo de los protagonistas de la revuelta.

«En la película hay mucho amor, naturaleza, ternura... pero la adolescencia se suele retratar casi como una caricatura, llena de fiestas, cuando yo la recuerdo como algo mucho más melancólico», explicó ayer el realizador en Venecia. Gilles, su alter ego juvenil, interpretado con aterciopelada impavidez por Clément Métayer, se pasea por ese Hexágono en la que unos pocos intentan seguir azuzando las brasas de la revolución, pero con la soledad de quien, por mantener el espíritu crítico, está destinado a chocar con cualquier tipo de colectivo. «Fue una época seria y triste, de una obsesión constante por la política. En la izquierda francesa había algo triste, violento, que se reflejaba en la juventud», explicó el realizador.

Tampoco lo pone fácil al espectador Takeshi Kitano, maestro del cine japonés y único director en competición de la 69 edición de La Mostra que ya tiene en su haber un León de Oro, el que consiguió con «Hana-Bi. Flores de fuego» en 1997, pero parece improbable que repita gesta con un filme que no se encuentra entre lo mejor de su filmografía. «Outrage Beyond», segunda parte de «Outrage», responde a la parte más hiperviolenta de este realizador. Reservándose el papel de yakuza indestructible de la vieja escuela en una época de corrupción moral que escandaliza hasta a la retaguardia de la mafia japonesa, Kitano teje un intrincado divertimento que, en cambio, exige una gran concentración por la cantidad ingente de personajes que maneja y lo rápido que acaban muriendo de la manera más creativa. «Me gustaría poder hacer cine más artístico, pero tengo que hacer entretenimiento para tener espectadores», aseguró en la rueda de prensa después de un filme de género tan pasado de revoluciones que coquetea con la parodia.

«Las personas somos muy raras. Podemos reírnos de las escenas más violentas», añadió, en relación a una de las ejecuciones más brillantes -de las numerosas escenas impecables que diseña Kitano-, cuando una máquina que lanza pelotas de baseball golpea hasta la muerte a una de las víctimas de Othomo, su personaje.

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