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Maite SOROA | msoroa@gara.net

¡Que viene el coco!

Los columnistas más ultras al sur del Ebro y al oeste de Fraga (el pueblo, por supuesto), siguen con el miedo en el cuerpo tras la formidable movilización de Barcelona. Y algunas y algunos llevan toda la semana avisando de que viene el coco. O, más bien, tratando de comer el coco al personal.

Por ejemplo, en «Libertaddigital.com», Antonio Robles se lamentaba porque «ha cristalizado una confianza infinita en el sueño de la independencia». Tan infinita, que las catalanas y los catalanes no creen que sea un sueño. Pero Robles seguía con su lamento: «Ya no respetan el tabú que hacía de la secesión un abismo. De tanto traspasar la línea roja sin que haya consecuencia alguna ni reproche, han acabado por creerse de verdad que pueden alcanzar el sueño. Se han vuelto inmunes a la responsabilidad, todo les parece posible sin coste alguno». Y eso, a él, le trae por la calle de la amargura, está claro.

El columnista del digital de Federico Jiménez Losantos critica que quienes viven y trabajan en Catalunya «no se sienten con ningún deber ético ni democrático con el resto de ciudadanos españoles, ni les importa un carajo la separación de poderes». Y a servidora le parece que lo de la separación de poderes le importa un carajo, sobre todo, a quienes gobiernan en Madrid. De eso las vascas (también los vascos, claro) sabemos un rato.

Pero Robles va cogiendo carrerilla y suelta una ristra de tópicos y se sinsorgadas de aupa el Erandio. Lean, lean: «Han alcanzado la hegemonía cultural y con ella se ha disparado el desprecio por todo cuanto no es idéntico a ellos mismos. Cuando hace años denuncié en una conferencia en la Universidad de Salamanca que el ejército de Cataluña eran los maestros y los periodistas, me dijeron de todo. Hoy ese ejército ha envenenado la mente y el corazón de dos generaciones de jóvenes y ha desatado los instintos más resentidos de los humillados por el franquismo. El monstruo pronto exigirá a sus creadores el tributo envenenado de pesadillas que le inocularon para arrastrarle a asustar a Madrid». ¿Qué tomará esta gente para desayunar?

Y para acabar, el toque marcial: «No han ganado la guerra, sólo una batalla», así que llama a los suyos; «despierten. O mañana será tarde. Nada está perdido. Todo es posible todavía». Me temo que no todo es posible; que impere la cordura en algunos plumillas es imposible.

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