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Las huelgas mineras de Meatzaldea mejoraron las condiciones laborales

Ezkerraldea y Meatzaldea representaron en Bizkaia las zonas de esplendor a finales del siglo XIX y hasta la década de los 70 del XX. Hoy sufren la desertización industrial.

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Juanjo BASTERRA

La Asociación de Jubilados y Pensionistas Sasoia, de Nafarroa, recorrió el jueves Meatzaldea en Bizkaia para conocer la vida de los mineros y la industria siderúrgica. Tras pasar por la ferrería de El Pobal, que funciona desde el siglo XV, en Muskiz, acudieron al museo de la Minería en Gallarta. Visitaron Larreineta en Zugastieta y los montes de Triano, en Ortuella, donde la actividad minera, la pobreza y la lucha obrera constituyeron desde finales del siglo XIX el eje. Un dato es que las condiciones miserables en que vivían les llevó a que la «esperanza de vida de los mismos cayera por debajo de los 30 años».

El recorrido por la historia minera vasca más importante tuvo a Periko Solabarria como anfitrión, puesto que ejerció de sacerdote en Triano. Como explicó a los setenta pensionistas y jubilados de Sasoia, «enseñé las cosas esenciales de la vida. A leer, sumar y restar a quienes vivían en Triano, una zona donde no llegaban las carreteras y vi mucha muerte y condiciones miserables». Relató que entre los años 50 y 60 del siglo pasado, «en medio de la pobreza extrema, sudor y lágrimas, en pleno franquismo se acercaron «las chicas de la Falange a controlar la escuela, aunque nosotros la denominábamos la «Universidad de Triano»». Les preguntaron a los chavales por el catecismo, pero «nadie respondía. No sabían dónde estaba Dios. Hasta que uno de mis jóvenes alumnos les dijo que no lo sabían, pero sí sabían sumar y restar y la alineación del Athletic, que la recitaron de seguido».

Esta anécdota que Solabarria contó ante la admiración de los asociados de Sasoia fue una manera de romper el relato de la cruda realidad que Meatzaldea encierra en sus enormes agujeros y galerías perforadas para extraer el mineral de hierro, donde en decenas de años ha recorrido la sangre de muchos mineros. Desde Zugastieta y lo alto de Triano se divisaba el otro lado de la Ría, la zona privilegiada de Neguri «en donde vivían los propietarios de las minas, los explotadores». Patxi Gómez, prisionero vasco en Basauri, recordó en una carta leída a los de Sasoia que «soy nieto de minero e hijo de minero. Aprendí de ellos la lucha». En la carta explicó que «un día un cura minero [por Periko Solabarria], mirando desde la cantera «El Matcho», en Picón, desde donde se veían las luces de Neguri donde vivían y viven los que nos robaron todo el mineral del pueblo y nos dejaron miseria, hambre y muerte, le dijo «Por Triano no ha pasado Dios»». Gómez recuerda que «la zona miera me enseñó que la libertad y la calidad de vida no la regalan. Hay que arrancarla con la lucha diaria, como los mineros arrancaban el mineral con sangre y sudor». Periko Solabarria señala que «Picón será siempre el símbolo de la explotación humana». Así es, porque a finales del siglo XIX en los montes de Triano se abrieron las mayores explotaciones de hierro. En Gallarta, se encuentra el Museo de la Minería. «El pueblo viejo se lo tragó la tierra, porque descubrieron un inmenso yacimiento de hierro que extrajeron, sin importarles nada el pueblo. Queda un socavón, que equivale a un hueco tan extenso como ocho campos de fútbol. Es la mina «La Concha II».

En Meatzaldea se instalaron decenas de compañías, entre ellas 64 inglesas, que extraían 6,5 millones de toneladas anuales de hierro, la décima parte de la producción mundial. «Los obreros padecían condiciones miserables y salarios bajos. Trabajaban en invierno por encima de las diez horas y en verano 13 horas, con salarios miserables». Las condiciones de explotación llevaron a que en 1890 se organizaran «las primeras huelgas en demanda de mejores condiciones de habitabilidad de los barracones, a favor de las ocho horas, de mejores salarios, de vacaciones y de la jubilación».

Todo eso por lo que pelearon en este momento en una zona de esplendor, junto a Ezkerraldea, se encuentra hoy cuestionado. Una vuelta atrás, que los jubilados y pensionistas de Sasoia recordaron en ese itinerario por donde lucharon muchos trabajadores y también trabajadoras, como Dolores Ibarruri, La Pasionaria.

Ante su busto en Gallarta, entonaron «la Internacional» y el «Eusko Gudariak» y dedicaron a Periko Solabarria el «Agur Jaunak», mientras se despidió con estas palabras «Nere jaiotza gorria zen/eta odoldu zuen nere bizitza. Horrela/nere ikurriña gorria egongo da, meatzaren negarra bezala».

 

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