Lo aprendido por el libanés Ziad Doueiri al lado de Tarantino está dando sus frutos, a partir de su debut en el cine árabe con “West Beirut”. En su tercer largometraje confirma las mejores expectativas con una película de alto riesgo, comprometida como pocas. Se atreve con la novela de Yasmina Khadra, logrando plasmarla cinematográficamente con una gran coherencia y sentido de la  progresión dramática.

La narración sigue, paso por paso, el proceso de investigación que lleva a cabo el protagonista para encontrar una respuesta plural a la cantidad de preguntas que se le acumulan ante la supuesta relación de su mujer con un atentado suicida.

La clave del enigma está en la dura secuencia de idenitificación de los restos del cádaver, apenas una cabeza unida a una parte del torso. Solo al final, comprenderá que ella algo así tuvo que ver para tomar una decisión tan radical como la de autoinmolarse. Descubrir que fue testigo de la matanza de Yenin, de la que se muestran los escombros todavía visibles, cambiará su percepción del conflito árabe-israelí.

Pero «The Attack» no se limita únicamente a un juego de cuestiones por resolver, sino que también explora en los dilemas morales derivados de la problemática de la identidad nacional. El desconsolado viudo, una vez superado el estado de shock inicial, habrá de replantearse su condición de palestino residente en Israel. No se trata de que tenga que compartir los ideales de su difunta mujer, o de que la visita a Nablus le vaya a devolver sus raíces. No, porque su situación es otra, la de alguien que se llegó a sentir falsamente integrado en una comunidad que no es la suya.

Sintiéndose utilizado, incluso como cebo al servicio del Shin Bet, le tocará rebelarse contra un estado sionista para el que fue un útil elemento propagandístico dentro de las campañas políticas por la tolerancia y la integración. Un médico palestino premiado profesionalmente en Tel Aviv, pero con pacientes israelíes que se niegan a ser atendidos por el enemigo.