Ficción y realidad cobran vida desde el otro lado de la pantalla y de la mano mano de unos hermanos Taviani que sorprenden por su lucidez y frescura a la hora de readecuar el siempre presente imaginario teatral de Shakespeare a los tiempos actuales. Los octogenarios Paolo y Vittorio Taviani han sabido plasmar las entrañas del texto original dentro de una realización intensa y poderosa cuyo punto de partida son las representaciones teatral que el director teatral Fabio Cavalli lleva a cabo con los reclusos de la prisión italiana de Rebibbia.

Desde su propio génesis esta docuficción nos cautiva por su brillante planteamiento porque los Taviana no se han conformado con ejecutar un documental en el que se sigue al detalle los ensayos y la representación. Su apuesta va más allá y tiene como objetivo dar sentido al «Julio César» de Shakespeare en el propio entorno carcelario y, de paso, subvertir el espacio enrejado y proyectar al respetable los dilemas morales que plantea el texto. «César debe morir» es mucho más que teatro filmado y buena prueba de ello es el uso que los cineastas hacen de la escenografía lo que se traduce en un buen puñado de secuencias en las que los reclusos plasman sus propias inquietudes mientras recitan los diálogos que dan sentido al complot que acabó con el tirano romano.

Mención especial merece el recital interpretativo brindado por el grupo de reclusos y esos pasajes filmados en blanco y negro en los que los protagonistas disfrutan de esa libertad fugaz que les proporciona la excusa escénica. de marines destinado en Irak.