Tras aquellos horrores filmados bajo el título de “Lobo” y “GAL”: a Miguel Courtois quizás le ha venido bien cierto distanciamiento geográfíco a la hora de llevar a cabo este trabajo que se adentra en la jungla colombiana para plasmar en imágenes el episodio real protagonizado por un humilde agricultor que vivió en mitad del fuego cruzado de los paramilitares, los militares y las FARC y que, por un capricho del destino, se vio involucrado en un episodio político que mantuvo en vilo a la opinión pública.

La trama está inspirada en la historia real que vivió el hijo de Clara Rojas, secuestrada por las FARC junto a Ingrid Betancourt en 2002, cuyos primero episodios vitales cobraron forma definitiva en cuanto un destacamento de las FARC delegó en el campesino protagonista la responsabilidad de cuidar y curar las heridas del bebé. Vigilado estrechamente y sin contar con el apoyo explícito de las FARC, el protagonista se ve obligado a emprender una huida para poner a salvo a su nutrida familia y, de paso, salvar la vida del bebé que debe custodiar.

Secuencia a secuencia, seguimos de cerca esta ruta incierta que dejá atrás la selva y se escenifica en las calles de diversas urbes que servirán de refugio a este familia en constante fuga.

Bien elaborada dramáticamente, todo el peso de la acción recae sobre las espaldas de un Luis Tosar que vuelve a sorprender con un cambio de registro y se muestra más vulnerable que de costumbre dando vida al «desplazado» protagonista el cual simboliza las víctimas colaterales que sufren todas las guerras del mundo.