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Con los amigos cerca y los familiares más aún

Amigos y familiares forman un todo fundamental a la hora de formarnos. Por esto las mejores y peores experiencias de nuestra vida tendrán que ver con unos y/u otros. Hablando de Nuevos Directores...

Víctor Esquirol | Crítico de cine

Dios nos dio una familia, y gracias a Dios que podemos elegir a nuestros amigos». Así culminaba «Mary and Max» el aquí inaudito -más allá de los festivales- primer largometraje del australiano Adam Elliot, genial animador y mejor guionista. Lo dicho justo en el final de aquella pequeña joya (que pasaba por ser una de las más preciosas historias de amistad jamás filmadas) nos sirve para adentrarnos, una jornada más, en nuestra sección favorita más allá de la Oficial.

Nuevos Directores sigue a pleno rendimiento en su incansable búsqueda de nuevos talentos. Uno de ellos es el iraní Majid Barzegar, quien antes de la proyección de su película, titulada «Parviz», dijo dedicar ésta a su compañero de profesión, Jafar Panahi. Una mención que resulta ser un -triste- clásico que se ha dado en cualquier festival cinematográfico celebrado a lo largo de los últimos años. Bien entrado el siglo XXI, los mártires políticos en el mundo del arte siguen existiendo. Dato para la reflexión. Volviendo a lo que nos concierne, Majid Barzegar demuestra cuánta razón tenía el antes citado Adam Elliott, al presentarnos a un tal Parviz, montaña mórbida de cincuenta años que no ha trabajado en su vida y que sigue viviendo con su padre. Cuando éste último, harto de su descendencia, anuncia que va a casarse de nuevo (y que, por lo tanto, va a faltar espacio en su casa), el protagonista de la historia se va a ver obligado a hacer lo que nunca hasta aquel momento había tenido que hacer: buscarse la vida.

El festival ya está en la recta final, con lo que el cansancio se hace latente en un público que a estas alturas necesita que lo proyectado en la pantalla vaya directo al grano. No es el caso de «Parviz», que se toma su tiempo para cocinar los ingredientes de una sopa putrefacta que poco a poco va ganando en encanto. Mientras la mezcla no hierbe, el público deserta y los críticos se quedan fritos en la butaca. Peor para ellos, ya que se pierden una recta final sobrecogedora y perfectamente construida. El bulto humano con el que hemos estado conviviendo cambia el pasividad por una agresividad que lo pone todo patas arriba, manifestándose así un caso patológico cercano al de Luis Tosar en la perturbadora «Mientras duermes», en lo referente al nutrirse de la infelicidad ajena. Entre esto y la fría, repulsiva e implacable forma que tiene Michael Haneke de plasmar la violencia, la distancia es mínima.

Visto que los familiares no traen más que desgracias, probamos suerte con el joven trío de amigos que protagoniza la brasileña «Cores», de Francisco García. Conjugando la rabia del mítico Cinema Novo de la década de los 70, con la estética del underground americano de autores de la talla de Cassavetes o el primer Jarmusch, García sigue los pasos de tres inseparables extraños en un paraíso en el que no pueden -o no quieren- adaptarse. Retrato preciso, veraz, contundente y hasta poético de una sociedad cambiante y abonada a un desenfrenado progreso al que parece que haya que subirse sistemáticamente. En medio de tanta furia, acaba trascendiendo un documento-testigo social magnético y de innegable interés.

 

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