Análisis | Elecciones del 21 de octubre
La batalla central para quienes quieren ganar se dará en Bizkaia
El autor arranca con una reflexión sobre la idea de ganar y lo que eso puede suponer para la coalición EH Bildu, para a continuación analizar la importancia que, para que se cumpla esa hipótesis, tendrán los resultados de Bizkaia. Ansa realiza un análisis muy interesante sobre qué está en juego y cuáles son los factores que decantarán la balanza.
Ion ANSA Analista político y autor del blog http://toliati.com
Los comicios autonómicos para elegir el Parlamento de Gasteiz el próximo 21 de octubre serán algo más que una cita electoral. Tras la derrota del proyecto españolista encarnado por el tándem López-Basagoiti y despejada la vía para una emergente coalición soberanista de izquierdas, las urnas serán un estadio más de la larga batalla por la hegemonía política que, desde los años 70, están manteniendo dos grandes familias políticas en este país: aquellas que Telesforo de Monzón denominaba el «jelkidismo» y el «etismo». Los numerosos matices que, viendo las distintas evoluciones políticas de ambos movimientos, se le podrían hacer a estos términos, no quitan para que analicemos la situación política del país en clave de lucha por la hegemonía para liderar la vertebración futura de Euskal Herria.
Cuando Arnaldo Otegi hablaba de ganar, se refería, probablemente, a varios niveles de victoria, más que a aquello que cuando éramos adolescentes en lucha imaginábamos como «el gran día», aquel en el que todos nuestros sueños se cumplirían. Algunos palos de realidad y otros cuantos años de escarmiento, nos han hecho comprender que las victorias no suceden así: se parecen más a procesos de lucha y transformación que nos conducen por un camino de pelea sin fin.
Es indudable que, a día de hoy, uno de esos niveles son las elecciones. No porque desde una óptica transformadora de la realidad política se pueda dar por buena esa idea de democracia representativa. No. Sino porque, ganando, se habrá dado un paso importante para obtener la centralidad y el liderazgo necesarios para conducir al país a escenarios antes solo imaginados. Pero no nos engañemos: ganar unas elecciones es solo un paso intermedio y es más una consecuencia de una victoria política y social previa que un fin que nos conducirá en sentido inverso. Ganar unas elecciones, para la izquierda soberanista, es una victoria política, una entre muchas necesarias, que se ha ido labrando durante décadas, que ha adoptado estrategias y formas diversas, y que hoy se llama Euskal Herria Bildu.
Ganar significa, además, madurar políticamente para asumir unas inmensas cotas de responsabilidad. Asumir contradicciones infinitas, y mirar a la realidad de frente. No se trata de gestionar, se trata de transformar; no se trata de pactar, sino de acordar y entenderse con el diferente; no es una cuestión de principios, es una cuestión de eficacia política. Ganar significa, primero, actuar con la valentía necesaria para enfrentarse a las propias miserias políticas. Para saberse no poseedores de una verdad absoluta, sino dinámica. Ganar es estar dispuesto y preparado también para perder. Ganar es vencer el miedo a ganar.
Y es que una batalla electoral, es, básicamente, eso: una batalla. Las batallas requieren unos objetivos y unas estrategias. El Parlamento de Gasteiz se compone de 75 escaños, 25 por cada herrialde. Esto, en cuanto a circunscripciones, significa que tendremos tres elecciones el 21 de octubre: unas en Araba, otras en Bizkaia y otras en Gipuzkoa. Y, aunque sea obvio que todas ellas forman parte de una misma contienda, la realidad nos hace ver que cada una de ellas constituirá un frente en sí mismo y que no servirá colocar todo el arsenal en uno de ellos si descuidamos otro. La victoria en las elecciones dependerá de utilizar las tácticas adecuadas en cada frente que se plantee la batalla, además de en su totalidad.
A mi entender, esa batalla electoral deberá tener en cuenta, por orden de prioridad, los siguientes factores: la distancia que el PNV saque a EH Bildu en Bizkaia; la distancia que EH Bildu saque al PNV en Gipuzkoa; y si alguno de los dos consigue sacar alguna ventaja, y cuánta, al otro en Araba.
Al ser el primer frente en orden de prioridad, aquí analizaremos la situación de Bizkaia. Al hacerlo en términos de hegemonía política, resulta evidente que el Partido Nacionalista Vasco ostenta un liderazgo indiscutible. La tradición de poder del PNV en Bizkaia es muy larga y está asentada sobre bases sólidas. Pero para EH Bildu, de lo que aquí se trata no es de cuestionar esa hegemonía en el conjunto del herrialde, sino de avanzar posiciones para reducir la distancia de cara a una victoria global. Para el PNV la necesidad es la contraria: no les basta con ganar, tienen que mantener la distancia que saquen a la candidatura soberanista de izquierdas.
Las realidades políticas de Bizkaia son muy diversas, por lo que dividiremos un primer análisis en tres frentes diferentes: Ezkerraldea, Bilbo y la amplia zona que comprende desde la capital hacia el Este del herrialde.
En Ezkerraldea, una zona donde el PSE-EE y el PP obtienen buenos resultados, el PNV tiene una clara tendencia ascendente en los últimos ciclos electorales: tanto en forales y municipales como en las elecciones estatales, así como en las autonómicas, en las que debemos comparar un ciclo más largo, ya que la candidatura comandada por Ibarretxe se presentó bajo las siglas únicamente jeltzales en 1998 y 2009. Durante esa década, Ibarretxe también consiguió aumentar considerablemente su número de votantes, incluso a pesar de una bajada de participación y de censo electoral.
Pero, ¿qué sucede con el tema principal, es decir, con la distancia respecto a las fuerzas soberanistas de izquierda? Metodológicamente, es muy complicado hacer una comparación por diferentes motivos: tiempo de ilegalizaciones, contexto de lucha armada, presencia de EA en coalición con PNV, escisiones como las de Aralar, la falta de presencia en solitario de Alternatiba en contiendas anteriores...
Sí voy a aportar un dato que me parece significativo: comparando con el anterior pico favorable, es decir, el de las elecciones celebradas durante el periodo de Lizarra-Garazi en 1998 y 1999, Bildu no consigue, y Amaiur apenas mejora, los resultados de Euskal Herritarrok, y esto es algo que, analizando el ancho del país, sucede en muy pocos lugares. Sin entrar en precisiones metodológicas más exhaustivas, que sin duda se deben hacer, podemos concluir, de entrada, que desde un punto de vista electoral las fuerzas soberanistas de izquierdas tienen un margen para crecer si aciertan a diseñar una oferta para culminar la acumulación de fuerzas que sí se ha dado en otras geografías y atraen, además, nuevo electorado que comparta claves de transformación social.
En Bilbo los datos que tenemos son más confusos. Al contrario de lo que sucede en todo el país, la candidatura jeltzale tiene su peor tendencia en las elecciones autonómicas y, de hecho, es el único lugar donde baja en el largo ciclo de 1998 a 2009. En las municipales el «efecto Azkuna» infla los resultados y en las generales Josu Erkoreka obtiene una sustancial mejora. Iñigo Urkullu parece ser una carta dirigida a paliar este mediocre resultado de Ibarretxe en las autonómicas de 2009. El hecho de que la bajada fuese especialmente pronunciada en Deusto, Uribarri y, sobre todo, Abando parece confirmar que una apuesta más moderada como la que supone la del burukide de Alonsotegi parece acertada.
En cuanto a las candidaturas soberanistas de izquierdas, se calca el resultado de Ezkerraldea: Bildu, al contrario de la tendencia de todo el herrialde, apenas alcanza los resultados de Euskal Herritarrok. En cambio, de Bildu a Amaiur existe una subida considerable, que el mayor índice de participación (61% en las primeras y 69% en las segundas) no explica por sí solo. El PNV, por lógica ideológica, tuvo un resultado mucho peor en las generales que en las forales (ni qué decir en las municipales), pero también comparadas con las autonómicas. A priori, se debe pensar que el buen resultado electoral de las generales de Amaiur (el mejor resultado histórico de una candidatura de izquierdas y abertzale en su historia) podría ser mejorado en un contexto de elecciones autonómicas, por lo que los avances de Amaiur, tanto en términos absolutos como relativos en cuanto a disputa de hegemonía con el PNV son esperanzadores. Con todo, Bilbo, con 350.000 habitantes y con posibilidades de crecer por parte de ambas candidaturas, será un auténtico «Stalingrado electoral» donde se batallará barrio a barrio, casa a casa.
Si atendemos al amplio Este de Bizkaia, el panorama de la tendencia es notablemente diferente: Bildu mejora claramente los resultados de la época de Lizarra-Garazi, incluso las que sumaron Eusko Alkartasuna y Euskal Herritarrok, y se sitúa en cotas jamás alcanzadas anteriormente. En cambio, de Bildu a Amaiur hay una gran bajada en términos de votos absolutos, a pesar de la mayor participación, mientras el PNV se mantiene de los comicios forales a los generales. Además, la irrupción de Bildu y Amaiur no ha restado votos a los jeltzales en ninguna contienda electoral. Lo que sí ha sucedido ha sido que la distancia entre el PNV y la otra familia política se ha reducido muchísimo con la unión de las candidaturas de izquierdas y abertzales, hasta el punto en que en el Duranguesado y Arratia Amaiur ganó en más municipios (18) que el PNV (14). Habrá que estar muy atentos a si el resultado de las generales fue un éxito del parlamentario en Madrid Josu Erkoreka o si, al contrario, resultó ser un síntoma de desinfle de Bildu, o ambas cosas. Su reto será acumular las fuerzas que Bildu y Aralar consiguieron en las municipales, trasladándolas a unas autonómicas. Por último, habrá que ver si el pragmático Urkullu consigue atraer el mismo número de votos que el anterior candidato de esa misma formación, el lehendakari Ibarretxe.
Las claves en tierras vizcainas serán: el crecimiento que ambos pueden experimentar en Bilbo, el que EH Bildu puede conseguir en Ezkerraldea, y la re-acumulación de fuerzas soberanistas de izquierdas por parte de EH Bildu y el nivel del atractivo de Urkullu en la amplia zona Este. Mientras el PNV hace una apuesta con un candidato que debe funcionar fundamentalmente en los segmentos mas alejados del abertzalismo del Gran Bilbao, EH Bildu ofrece una candidatura que puede agradar a segmentos próximos a votantes como los de Aralar que aún no se han animado a sumarse a la acumulación de fuerzas y una oferta de contenidos programáticos con posibilidades de conectar con sectores menos abertzales pero situados en claves de transformación social.
Con todo, ni siquiera despejar estas incógnitas nos llevaría a un desenlace final, ya que una parrilla de 25 parlamentarios es fruto de una combinación de los resultados de todos los participantes, y los números de terceras ofertas como PSE-EE, PP y Ezker Anitza condicionarán la distancia final entre PNV y EH Bildu. Se pueden dar paradojas tales como que aritméticamente a EH Bildu le convenga que el PSE-EE salve el tipo en el herrialde, o que Ezker Anitza entre en el reparto, si eso supone quitarle escaño al PNV.
Estimaciones, apuestas y pronósticos más o menos bien encaminados aparte, es más que posible que el «voto-finish» acabe decidiendo el resultado. Un resultado final que habrá que saber traducir en términos de tendencia política y situarlo en la batalla más amplia por la centralidad política de este país.