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La fuerza de la nueva realidad y la agenda social abren camino, aunque no siempre se perciba

En una semana tan prolija en acontecimientos sociales y políticos (la huelga general de la mayoría social vasca, la aceleración de la precampaña electoral, las cargas de Madrid, el debate en el Parlament, el nuevo «hachazo» de Rajoy...), en este país se han producido otros episodios reveladores que han pasado más desapercibidos. Uno de ellos es la presencia de la directora de Atención a Víctimas del Gobierno de Lakua, Maixabel Lasa, en el cementerio de Zarautz con motivo del homenaje a Jon Paredes Manot, Txiki, y Angel Otaegi, los dos últimos vascos fusilados por el franquismo hace ya 37 años.

La fotografía es impactante y tiene un valor obvio en el camino hacia la reconciliación, en la misma línea de otros hechos recientes como la asistencia del diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano, al homenaje al empresario Joxe Mari Korta, muerto a manos de ETA. Pero de rebote tiene otro efecto añadido: el de la fuerza de la realidad de los hechos, en positivo, por encima de los discursos políticos interesados, siempre en negativo. Hace solo tres años, los familiares de «Txiki» eran tratados a empujones por la Ertzaintza en ese mismo cementerio, y hoy todavía el candidato del PSE, Patxi López, intenta sacar partido a la falacia de que ha sido esa política de «tolerancia cero» la que ha terminado abriendo un nuevo tiempo en Euskal Herria. La presencia de Maixabel Lasa en Zarautz deja en su sitio, es decir en la nada, esas políticas irrelevantes y esos discursos de cartón-piedra.

La fuerza de la nueva realidad se impone poco a poco, aunque muchas veces quede tapada por las propagandas. Al igual que la fotografía ocultada de Zarautz, tampoco parece haberse destacado lo suficiente el contenido del mensaje hecho público por ETA en una fecha que le otorga especial contundencia simbólica: el Gudari Eguna. Además de recalcar su compromiso total con el proceso de soluciones y animar al fortalecimiento de la izquierda abertzale para la confrontación exclusivamente política, la organización vasca asume en él la necesidad de empezar a «sanar heridas» y de labrar acuerdos en Euskal Herria. En otras palabras, de cerrar bien el pasado y abrir con fuerza el futuro. Un objetivo que destila también cada página de ``El tiempo de las luces'', el libro-entrevista a Arnaldo Otegi publicado por GARA y acogido en los kioskos con ansia por miles de personas.

La agenda social no es la político-mediática

Quienes hayan podido ya hojear el libro habrán constatado que se trata de un material eminentemente constructivo, que huye de esa tendencia a la propaganda tan habitual en todos los partidos. Un vicio generalizado que fomenta la desconexión entre la ciudadanía y los políticos, como está quedado muy patente en esta precampaña para el 21 de octubre.

Revelador ha sido, por ejemplo, el desarrollo de los dos primeros capítulos de ``Euskadi pregunta'' de ETB-2, con un formato basado en preguntas del público a los cuatro principales candidatos a Lehendakaritza. Y especialmente el primero, protagonizado por Laura Mintegi, la aspirante de EH Bildu. Tras el mismo no solo se destacó unánimemente el notorio grado de conexión entre Mintegi y la audiencia, sino que además representantes políticos y periodísticos admitieron la sorpresa de que la agenda que intentan imponer en esta pugna electoral tiene muy poco que ver con la maneja el grueso de la ciudadanía. La sociedad está a todas luces más preocupada precisamente por los temas que ese stablishment quiere eludir (con la injusticia social derivada de la crisis en la cúspide de la pirámide) que por los que insiste en perpetuar (el mantra de la «condena» a ETA es el más claro). Una ciudadanía, en suma, que mira mucho al presente, bastante al futuro y muy poco al pasado. Que exige soluciones y no debates estériles. Que quiere alternativas y no viejas recetas. Que empieza a construir su propia revolución silenciosa rompiendo el cliché de que son las estructuras de poder (instituciones, partidos, sindicatos, patronales, medios de difusión...) quienes fijan de qué se habla, cuándo, cómo y para qué.

Del «Onze de Setembre» al 21-O

Si en algún sitio está quedando claro que la sociedad civil se ha puesto por delante de los agentes, ese es Catalunya. El nuevo tiempo ha reventado allí a partir de una movilización creciente que terminó por cuajar en la histórica tarde de la Diada. Artur Mas se ha subido después a ese tren, afirma que coge el volante y apunta una dirección correcta. Lo revelante es que aunque lo pretenda -la trayectoria de CiU no invita precisamente a la confianza-, tendrá muy difícil ya cambiar de vía (como hizo con el primer Estatut) o frenar la locotomora, porque hay cientos de miles de independentistas, de larga o corta trayectoria, echando leña a la caldera.

¿Está ocurriendo lo mismo en Euskal Herria, existe una pulsión de cambio similar, hacia la justicia social y la independencia? Quizás sí. No cabe olvidar que si la de la Diada fue la mayor manifestación en Catalunya en 35 años, otro tanto ocurrió en Euskal Herria con la movilización del 7 de enero en Bilbo. El 21-O dará la respuesta.

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