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Los shebab pierden su último bastión relevante en el sur de Somalia

Los insurgentes shebab han abandonado su último bastión en Somalia, el puerto de Kismayo, tomado al asalto por tropas keniatas. Se trata del último de una serie de reveses de los shebab, aunque el nuevo Gobierno somalí está lejos de recuperar el control del territorio.

GARA | MOGADISCIO

Las milicias islamistas shebab se encuentran en su nivel más bajo después de perder su último bastión en Somalia, Kismayo, pero la paz aún depende de que las nuevas autoridades demuestren su capacidad para llenar el vacío de poder en un país sin una autoridad central durante 21 años.

Los shebab se vieron obligados a retirarse en la noche del viernes al sábado del puerto más grande del sur de Somalia, para evitar el ataque de los soldados kenianos miembros de la fuerza de la Unión Africana (Amisom). Las tropas keniatas afirmaron haber matado además a dos de sus líderes.

«La pérdida de Kismayo es un punto de inflexión ya que supone la desaparición de una fuente básica de ingresos de los shebab», indica Joakim Gundel, analista del grupo Bride Analytics en referencia a la exportación de carbón vegetal que proporcionó a los islamistas una gran parte de sus ingresos.

Nacido en 2007 de un movimiento anterior islamista, la Unión de Tribunales Islámicos, expulsados de Mogadiscio por las tropas etíopes, el poder militar shebab había estado a punto de derrocar al presidente somalí en Mogadiscio en setiembre de 2010.

También su retirada ha sido muy rápida, bajo la presión de la Amisom, que finalmente los expulsaron de Mogadiscio en agosto de 2011 y, tras la llegada de tropas de Kenia y Etiopía, fueron tomando uno a uno, todos sus bastiones: Beledweyne, Baidoa, Afgooye, Afmadow y ahora, Kismayo. «Este es el fin de la insurgencia shebab como movimiento insurreccional que controla territorios», afirma Gundel. «La pérdida de Kismayo es un duro golpe para los shebab, pero yo no diría que este es el fin de este movimiento», matiza Laura Hammond, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres, y es que los islamistas «todavía controlan gran parte del campo del sur y algunas ciudades secundarias». Este es el caso de Jowhar, a 90 kilómetros al norte de Mogadiscio, que ahora sirve como el nuevo «último bastión» shebab.

Pero Somalia vivirá además una batalla política, en la que su nuevo Parlamento, designado por un comité de ancianos, y su nuevo presidente, Hassan Mohamud, tienen el reto de recuperar el control y la autoridad sobre el país, para el que dependen de armas y ejércitos extranjeros. Para los analistas, los shebab solo estarán derrotados cuando el nuevo Gobierno demuestre que puede -sin injerencias externas- ofrecer seguridad y un mínimo de libertades públicas a sus ciudadanos.

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