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Jesus Valencia Educador social

EH Bildu

Es el momento de aprovechar los muchos y buenos activos sin prescindir de nadie; recoger y valorar cualquier propuesta o sugerencia, aunque sea crítica

Atrás queda una precampaña larga y dura en la que EH Bildu ha ocupado, sin pretenderlo, una controvertida centralidad. Para la Audiencia Nacional, se trata de una formación bajo permanente sospecha; para las diferentes policías, un conglomerado de gentes peligrosas a las que hay que vigilar; para la AVT, un movimiento terrorista disfrazado de demócrata; para el PP, los nuevos nazis; para PSE y PNV, los viejos estalinistas; para un sindicato al que se le suponía relaciones de buena vecindad, una formación política que en nada se diferencia de las otras.

EH Bildu se estrena con un objetivo ya cumplido y otras muchas tareas pendientes. Su irrupción consolida la tendencia confluyente que inició Bildu y que afianzó Amaiur. «Nos estamos demostrando capaces de reconocernos, de dialogar entre diferentes, de superar nuestras diferencias y de concertar planes de acción conjuntos». La frase se la escuché a Laura Mintegi en Gasteiz y me gustó. Aunque me muevo lejos de las cocinas, entiendo que preparar un guiso con tantas manos entre los pucheros debe de resultar complicado. Aquí reside uno de los logros -y de los retos- de la nueva marca. Su composición es plural y, si complicado ha debido de ser el trabajo anterior, no lo será menos el que le sobrevenga. La nueva formación deberá gestionar el respaldo ciudadano que consiga y afrontar el día a día en un contexto político crucial.

EH Bildu se ha construido sobre una base de confianzas mutuas. Actitud novedosa y positiva que, sin duda, ha hecho posibles los consensos alcanzados. Si la historia reciente nos ha distanciado, el nuevo proyecto compartido nos convierte en compañeros de viaje y de tareas. El clima de confianza mutua debería ser uno de los rasgos definitorios de la nueva formación; regulador de las relaciones en el seno de cada una de las fuerzas que la integran y en el conjunto de todas ellas. Los prejuicios viejos, los recelos y fantasmas nuevos, las rigideces en la resolución de los disensos deberían quedar atrás. EH Bildu se ha marcado metas ambiciosas y la primera de ellas, nada insignificante, es que todos sus integrantes se sientan a gusto. Todo hace suponer que la nueva marca va a merecer la confianza de una gran parte del electorado; será el resultado contagioso del clima de confianza que se viva en su interior.

La confianza es factor básico, pero no objetivo final. EH Bildu nace para sumar fuerzas, ilusionar al electorado y provocar adhesiones. Aspira a cambios sustanciales. Y estos solo serán posibles mediante confrontaciones democráticas acometidas con suficiente potencial humano y político. EH Bildu trabaja ya en la concentración de sensibilidades diferentes y de estrategias complementarias. Es el momento de aprovechar los muchos y buenos activos sin prescindir de nadie; recoger y valorar cualquier propuesta o sugerencia, aunque sea crítica. Es el tiempo de quienes pugnan por la soberanía y la justicia; fuerza viva que garantiza el éxito de este fascinante proyecto. «No me deis vuestro voto a mí -dijo Laura Mintegi en Gasteiz-, dadlo al proyecto que os proponemos, si es que este os seduce y queréis sacarlo adelante».

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