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Análisis | proceso soberanista

Radiografía catalana

El autor reflexiona sobre la fuerte eclosión del independentismo, visibilizado en la Diada, y las estrategias que plantean las distintas formaciones políticas catalanas ante el proceso soberanista abierto y la cita electoral de noviembre.

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Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Catalunya ha resistido como ha podido, pero en el actual contexto internacional, la ciudadanía catalana ya no está dispuesta a permitir que se utilice la coacción en la configuración del Estado español y reclama el derecho a decidir.

Entre 2000 y 2003 se produjeron cambios políticos de calado que sentaron las bases del actual proceso soberanista. La mayoría absoluta del PP de Aznar en 2000 planteó los pilares de recentralización del Estado junto a proyectos muy agresivos contra Catalunya, como el Plan Hidrológico Nacional. Junto a ello asistimos al fin del pujolismo. Después de 23 años, Jordi Pujol se retiró y entró en escena un nuevo candidato, Artur Mas, acompañado de una nueva generación de dirigentes. Además, el independentismo político se situó en esferas importantes de poder en 2003 al conseguir ERC unos resultados históricos y entrar a formar Gobierno por primera vez desde la República.

Con estos fundamentos políticos comienza el proceso de desconexión entre Catalunya y España. El independentismo crece como respuesta a la mayoría del PP y a sus pactos con CiU. Pese a que el independentismo político cae tras el tripartito a causa de graves errores tácticos, el llamado independentismo o soberanismo sociológico se convierte en una corriente ascendente.

Paralelamente, irrumpe un proceso de agravio nacional con diversos ataques en el ámbito lingüístico y al déficit fiscal que ahoga Catalunya, y con la grave falta de inversión en infraestructuras y la cuestión del Estatut. La sentencia del Tribunal Constitucional es la gota que colma el vaso, porque choca con la legitimidad soberana -referéndum- del pueblo catalán. El rechazo social es claro, amplio y transversal.

La crisis económica aboca a amplias capas populares y de clase media en una situación precaria. CiU vuelve al Gobierno y aplica políticas antisociales que le pueden desgastar, pero acierta al apostar por un nuevo escenario centrado en el derecho a decidir y en culpar al Estado español de sus políticas antisociales. Así, sitúa el fracaso en torno al pacto fiscal como detonante para su cambio de posición.

La gran manifestación del 11 de setiembre es el elemento motor del proceso, al aglutinar a independentistas clásicos, federalistas, autonomistas desencantados y apolíticos. Una manifestación histórica de clases populares y clases medias, intergeneracional y políticamente transversal.

Los partidos van a remolque de la sociedad, que se autoorganiza a través de l'Assemblea Nacional Catalana y otras organizaciones, que presionan al poder político y a los partidos. Si la movilización del 10 de julio de 2010 fue de rechazo a la sentencia del Estatut y, por tanto, reactiva contra el marco jurídico español, la de la Diada es ya proactiva, de construcción de un proyecto, no contra nada sino a favor de Catalunya, y que para una mayoría social pasa por un Estado propio.

El eje sociopolítico se apuntala en el independentismo y el derecho a decidir. A los independentistas clásicos se les ha sumado un grueso de catalanes que querían «Estado español», pero han llegado a la conclusión de que les perjudica por dos motivos. Por un lado, rechazan absolutamente el intento de homogeneizar el Estado español con Madrid como gran centro. Por otro, opinan que «en cuestión de bienestar, este Estado español es perjudicial para las clases populares catalanas» y, por tanto, concluyen que «si el Estado tiene que ser un instrumento para mejorar las condiciones de vida de la gente, necesitan un Estado catalán porque son catalanes al margen de su origen y el Estado español les maltrata como catalanes también al margen de su origen.

Una nueva cita electoral y diferentes estrategias. A partir de aquí, el hecho más substancial es la convocatoria anticipada de las elecciones con carácter plebiscitario, lo que nos sitúa en una nueva etapa histórica.

La opción de convocar el referéndum, ya sea en el marco legal español o por encima del mismo, cuenta con el apoyo político de la mayoría de organizaciones políticas (CiU, ERC, ICV-EUiA, Reagrupament, SI, CUP, Laporta y parte del PSC), pero sobre todo con una grandísima mayoría social, de entre el 75% y el 86%.

Sería un error presentar esta situación como una realidad política homogénea. La unidad en torno al soberanismo es en estos momentos más fuerte que las diferentes estrategias y modelos que defienden las fuerzas políticas. Pero persisten las diferencias en torno al tiempo, el tipo de Estado o el modelo social.

CiU pide tiempo para hacer las cosas con calma pero con determinación. El resto quiere que el proceso del referéndum y la proclamación de la independencia sea más rápido, aprovechando la presión popular.

CiU no concreta el modelo de Estado y apuesta por una Europa federal con Catalunya como un Estado más. Iniciativa no descarta una confederación de estados ibéricos, mientras ERC y el resto apuestan por un Estado clásico. El PSC aboga por un federalismo en el Estado español, una vía muerta. Todos menos las CUP quieren mantener su integración en la UE aunque la visión de Europa varía. Hay consenso en ver a Europa como un freno a la reacción violenta española.

CiU propone un modelo social liberal y el resto un Estado más social. En este ámbito, la fuerte dispersión de la izquierda puede dejar el proyecto de Estado catalán en manos de la derecha.

Una breve previsión electoral. Es muy probable que CiU mejore sus resultados, lo que le situaría como el único partido de Gobierno en Europa que obtiene un resultado positivo tras aplicar recortes. Más que a CiU, la gente votará a Mas, al que ve como el único dirigente que puede conseguir el Estado propio y plantar cara a España, logrando las suficientes complicidades internacionales. Si CiU no saca mayoría absoluta y ERC sube el proceso soberanista se acelerará, mientras que una mayoría absoluta de CiU lo ralentizará. La incógnita es qué ocurrirá con Unió y Durán i Lleida, que por ahora tragan de mala gana con el proyecto independentista, porque puede romperse la coalición e incluso Unió.

ERC, SI, CUP y el resto de fuerzas independentistas pueden subir y recuperar parte del terreno perdido. Las diferencias personales, las distintas estrategias que priman los intereses partidistas y la premura de tiempo han dado al traste con los intentos de forjar una alianza electoral. Los republicanos necesitaban esa unidad para lograr ser, quizá, la segunda fuerza parlamentaria, aunque podría haber distorsionado al mismo tiempo el proceso de renovación interna. Solidaritat apostaba por la unión pero acusó a ERC de intentar marginarle en las listas y optó por asistir en solitario y consolidarse como una fuerza parlamentaria, asumiendo el riesgo de fracasar.

Las CUP declinaron participar en las reuniones y aún no han decidido su participación en la nueva cita electoral. El debate concluirá de manera oficial en la Asamblea Nacional Extraordinaria del próximo sábado.

El PSC se hunde, dividido entre un aparato de partido sumiso al PSOE y una parte muy catalanista de su base y de sus cuadros favorable al derecho a decidir que defiende liderar a las izquierdas de cara al nuevo Estado catalán.

ICV tiene un voto fijo que apenas fluctúa y PP y Ciudadanos se quedan como el referente unionista, al que las encuestas otorgan malos resultados pero que será el termómetro para saber hasta dónde llega el «no» a la independencia y el desgaste del PP.

Un pulso sobre la mesa. Independentistas y soberanistas mantienen un duro pulso político y social con las fuerzas unionistas locales y estatales. Todos tienen puntos fuertes y débiles.

A día de hoy el independentismo centra el debate, genera una tremenda ilusión y suma cada día más adeptos. Tiene detrás una gran movilización social a través de la Assemblea Nacional de Catalunya y de L'Assemblea de Municipis per la Independència.

Los unionistas recurren al miedo y al discurso de que Catalunya quedará fuera de la UE, no se cobrarán pensiones... para desmovilizar a sectores populares no lo bastante concienciados.

También hay una guerra en el empresariado. La alta burguesía empresarial está muy asustada porque Mas ha roto los esquemas mantenidos hasta ahora. Está presionando para frenar el proceso, pero hay mucha pequeña y mediana empresa que lo apoya porque ve mejores réditos. En los últimos años ha crecido mucho la exportación y la dependencia del mercado español es cada vez menor, por lo que los empresarios son cada vez más libres para apoyar un proceso independentista que consideran dotaría a Catalunya de un Estado más eficaz para sus intereses.

Este otoño se presenta cargado de citas electorales que tendrán una influencia directa en esa nueva oleada soberanista que se presenta en Europa. Las elecciones locales en Flandes, la cita parlamentaria en la CAPV y en el Principat, así como las negociaciones entre Londres y Edimburgo en torno al referéndum escocés centrarán la actualidad política de Europa, con el derecho a decidir de las naciones sin Estado aglutinando cada día más apoyos locales e internacionales.

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