Miles de estudiantes tomaron ayer las calles de las cuatro capitales peninsulares de Euskal Herria en una jornada de movilizaciones contra los recortes y la contrarreforma elitista y centralizadora en la educación. Coordinada con otras naciones del Estado, la protesta tuvo un seguimiento masivo y reflejó con claridad el nivel de indignación y la capacidad de respuesta de toda una generación de jóvenes que dieron ejemplo de responsabilidad y desmontaron el falso mito de una juventud apática y no comprometida. La lucha por un cambio radical en la educación, que no solo es una tarea estudiantil, el reto de enfrentarse a las políticas neofranquistas y socialmente segregadoras que pretende impulsar el PP exigen aunar energías y compartir iniciativas con otros sectores de la comunidad educativa, con las fuerzas vivas del país.

El Gobierno de Madrid pretende regir la educación pública con técnicas de empresa privada, con mentalidad de negocio, convertirla en una carrera constante de superación de pruebas y obstáculos, con itinerarios y destinaciones prefijadas. A ese afán se une su obsesión por reprogramar la educación para «desinfectar» las escuelas del «virus separatista». Las declaraciones del ministro Wert aludiendo al «interés de españolizar a los alumnos» así lo certifica. Caen las caretas y su cara más adoctrinadora y colonizadora, la renovada Formación del Espíritu Nacional franquista, aparece ya sin maquillaje, y todo ello en vísperas del 12 de Octubre.

Los recortes al servicio de las élites y la contrarreforma neofranquista en la educación amenazan la cohesión social, la igualdad y el conocimiento. Dificultan construir una sociedad educada, culta y libre. Seguirán con su chaparrón de leyes orgánicas y homogeneizadoras, imponiendo currículos, modelos lingüísticos y lo que quieran. Pero llegan tarde. Y no debe regalárseles tiempo para hacerlo. Es hora de plantarse. Los estudiantes vascos demostraron ayer que no faltará combustible para ello.