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«Un banco no le da a un compositor la hipoteca para una casa»

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Joseba Torre

Compositor

Tras el gran éxito cosechado en el Festival de Música de Alicante con su última obra orquestal, «Elegía Concertante», el compositor bilbaino Joseba Torre vuelve a lo pequeño con su más reciente creación, «Graffiti I», para acordeón, que se estrena esta tarde en el Museo San Telmo de la capital guipuzcoana.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

Además del estreno de Torre, «Graffiti I», el concierto protagonizado por el acordeonista Iñaki Alberdi permitirá escuchar obras de Hosokawa, Sánchez-Verdú, Ibarrondo, Martínez y Lauzurika. Dará comienzo a las 20.00, en el Museo San Telmo de Donostia.

¿Cómo fue el nacimiento de esta obra, «Graffiti I»?

«Graffiti» es una obra que pensé con Iñaki Alberdi hace más de diez años, pero que, por razones de la vida, no he terminado de escribir hasta hace poco. Iñaki me propuso crear una obra para acordeón, a mi ritmo, con su estrecha colaboración a la hora de experimentar y resolver cualquier cuestión en torno al instrumento. En el 98 ya empecé a escribirla, pero la dejé aparcada por un encargo muy importante que me llegó en ese momento. Ahí se quedó, a la espera. Y tengo que subrayar que ha sido gracias a Iñaki, a su insistencia y ayuda, que finalmente he podido terminarla.

¿Por qué este título, «Graffiti»? ¿Qué características tiene la pieza?

Es el primero de una serie de «Graffitis». Aunque se trate de una obra acabada en sí misma, la idea es que forme una serie con futuros graffitis, cada uno independiente pero, en conjunto, un fresco de mayor tamaño. Son graffitis porque responden a la misma filosofía de esta forma de arte: pinturas muy frescas, desenfadas, realizadas a bases de gestos aparentemente sencillos y rápidos pero que esconden toda una estética y pensamiento detrás, a menudo más serio y elaborado de lo que podríamos pensar al pasar por la calle y ver uno. A finales de los 90 yo tenía amigos graffiteros y no dejaba de sorprenderme con todo lo que había detrás del dibujo en sí mismo. Hoy en día ya es un movimiento extraordinariamente importante y los graffitis han pasado, incluso a su pesar, al museo. Mi obra se inspira en los graffitis por ser música de un solo trazo, fresca, desenfadada, urbana, pero al mismo tiempo no exenta de profundidad y sutileza.

¿Se adapta bien el acordeón a estas características musicales?

La idea nació ligada al acordeón desde el principio. El acordeón tiene fuerza y una capacidad asombrosa para ir de lo muy sutil a lo muy grueso. Permite grandes contrastes, desde unos agudos delicadísimos y cercanos a sonidos puros, hasta unos graves ruidosos y desenfadados. Es como varios instrumentos en uno y eso es un paralelismo con el graffiti, en el que con unos pocos esprays se pueden trazar mil gestos diferentes.

Además de eso, esta es un obra en la que yo quería experimentar mucho, y para eso necesitaba tener un interlocutor muy cercano. En ese momento lo era, y lo sigue siendo, Iñaki Alberdi, que es, probablemente, el mejor acordeonista que hay en la actualidad.

Usted fue uno de los nombres más prometedores de la composición en los 90, a nivel estatal e incluso europeo. Luego prácticamente desapareció del panorama, hasta hace poco, que ha vuelto a resurgir. ¿Qué pasó durante todos esos años de silencio?

Se ha especulado mucho al respecto, pero la realidad es tan sencilla como que fue una apuesta de vida personal: decidí asentar una familia, algo difícilmente compatible con la vida de compositor, viajando casi a diario, que llevaba por aquel entonces. Vivía de encargos y no vivía mal, pero un banco no le da a un compositor la hipoteca para una casa. Cuando tuve a mis hijos, me presenté a una oposición en una escuela de música y aparqué la composición hasta que mi nueva vida estuviera encarrilada, renunciando a algunos encargos muy importantes. Si ahora he vuelto es porque mis hijos ya son más mayores, se pueden duchar solos, vestirse, y me dejan espacios libres para componer. Y mi trabajo, en Musikene, también me lo permite. No sé si la decisión que tomé en su momento fue buena o mala, pero no me arrepiento. Mis hijos son lo mejor que me ha pasado en la vida, y no soy tan ambicioso como para poner la composición por delante de mi familia.

 
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