El auge independentista ha dado todo su relieve al mapa de las naciones oprimidas del Estado. Y la respuesta española ha sido la de alardear de su fuerza bruta para intentar marcar así su territorio. Maniobras militares y cazas en vuelo rasante en Barcelona, un aumento espectacular de los controles de la Guardia Civil en Euskal Herria, las bien poco sutiles declaraciones de ministros hablando de reprogramar la educación para «desinfectar» las aulas del «virus separatista» y españolizar a los alumnos y, como ayer se vio en Bilbo, sacar a pasear a los fascistas españoles más militantes con un discurso que incita directamente al uso de la violencia para eliminar independentistas. «Usaremos todas las armas a nuestro alcance», «tenemos la obligación de dar la vida, de segar vidas por la sagrada unidad de España»... fueron ejes de un discurso que ayer pudo oírse en los jardines de Albia o en Montjuïc.

La operación de marcar territorio que han desplegado retrata cómo son. Pero si creen que así van a impresionar al independentismo, se equivocan de plano. Razones contra uniformes, votos contra saludos fascistas... la diferencia de estilo es total. También la determinación de no recular.