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Sofisticado

 

Lo que todo el mundo sabía, ahora se convierte en dogma oficial. La agencia que ha colocado contra las cuerdas de la historia a Lance Armstrong, aduce al «más sofisticado plan de dopaje del deporte mundial». Han declarado sus compañeros de equipo, han dicho cosas que parecen sacadas de una novela negra, todas las culpas caen sobre el texano al que califican de perverso, totalitario y cuanto les viene en gana decir porque estamos ante un ídolo caído, ante un gran timador. Un superhombre convertido en un tramposo y en un ser calculador y ambicioso más allá de lo comprensible.

Si se siguen los relatos de algunos de los que han declarado, parece que aquellos años esos corredores estaban poseídos por el diablo que les había hurtado la voluntad, dicen que les obligaban a doparse, que eran una especie de cobayas para probar todos los sistemas químicos para ampliar el rendimiento y a la vez evitar ser descubiertos. El equipo entero del US Postal estaba en el ajo y la connivencia con médicos, farmacéuticas y otros agentes era notable y necesaria. O sea, un acertijo muy sencillo de resolver y una explicación a la tendencia a vivir en la península ibérica de muchos de los ciclistas implicados: estar más cerca del camello, mayor permisividad en los controles y unos médicos (entre ellos un vasco) dispuestos a colaborar. Estamos ante un negocio clandestino, un tráfico de estupefacientes, una actividad casi mafiosa.

Si este hombre admirado por haber superado un cáncer y ganar siete tours, resulta ser un mafioso, un yonki de la EPO, un dictador que obligaba a todo su equipo a superar sus rendimientos, ¿qué hacemos con el ciclismo en general? ¿Tiene solución? Lo sabía todo el mundo, pero a la vez nadie se lo podía creer. El dopaje es algo habitual, no excepcional. Lo dicen ahora ciclistas de renombre. ¿Se pueden hacer carreras de tres semanas, con etapas de montaña encadenadas sin necesidad de un refuerzo químico? El negocio está bajo mínimos, la limpieza es una entelequia, ¿qué marcas y patrocinadores quieren unir su destino comercial a este deporte ensuciado? Las teles lo emiten por costumbre pero ¿podrían replantearse no hacerlo por ética?

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