El hoy delegado del Gobierno español en Gasteiz, Carlos Urquijo, ha hecho de la lectura de los periódicos una fuente de inspiración. Cuando era parlamentario, la mayor parte de sus iniciativas se basaban en noticias de prensa. Lo mismo valía para pedir cuentas por la convocatoria de manifestaciones que para preguntar por la instalación de una escalera plegable como salida de emergencia en una comisaría (ejemplo verídico). El cambio de puesto no ha alterado sus costumbres. Ayer demandaba de la Abogacía del Estado que actuara al haber conocido, a través de los medios de comunicación, que la Diputación de Gipuzkoa «ha decidido que el día de la Fiesta Nacional de España se trabaje como cualquier día laboral». La cuestión es que la Diputación no había decidido eso, sino dar libertad a sus trabajadores para que acudieran o no a trabajar, lo que no pueden hacer «cualquier día laboral». Urquijo había leído demasiado deprisa «La Razón», que era quien incluía la apostilla, pero no se había fijado dónde acababan las comillas. El delegado del Gobierno debe leer la prensa más despacio y con mayor atención o, al menos, más lejos del ordenador, para que medie una mínima reflexión entre el reflejo represor y la redacción de la denuncia. Y debería verificar además los hechos, que luego proyectan las películas la víspera de lo que él había leído y no solo se queda sin entradas, sino que cree que ha sido una conspiración.