premio nobel de la paz
El Comité Nobel premia a una Unión Europea en caída libre por la crisis
La concesión ayer del premio Nobel de la Paz a una UE sacudida por la crisis de la zona euro por haber extirpado las guerras de un continente que salió hace sesenta años desgarrado de la Segunda Guerra Mundial y por sus «esfuerzos exitosos» en pro de la democracia y los derechos humanos fue recibida con polémica. Los líderes comunitarios, salvo el checo Klaus que lo consideró un «error trágico», acogieron con «honor» un galardón que consideran premia sus «valores».
GARA | OSLO
El Nobel de la Paz le ha sido otorgado a la Unión Europea (UE) en un momento en el que el bloque comunitario se encuentra acorralado por una prolongada crisis económica y se enfrenta a retos diplomáticos -Siria e Irán, entre otros- que hacen temblar los cimientos de un proyecto que se gestó hace más de sesenta años. Un premio que reconoce el «poder blando», la «diplomacia de influencia» de la UE, comprometida con la promoción de la democracia y la ayuda al desarrollo a pesar de su reducida visibilidad y de una tentación de repliegue.
La UE de los Veintisiete y las instituciones que le precedieron «contribuyeron durante más de seis décadas a promover la paz, la reconciliación, la democracia y los derechos humanos», señaló en Oslo el presidente del Comité Nobel, el europeísta Thorbjoern Jagland, cuyo país, paradójicamente no pertenece al bloque después de que sus ciudadanos hayan rechazado dos veces en referéndum su integración.
El premio fue una sorpresa en un momento en el que la solidaridad europea se enfrenta a su mayor desafío en décadas ante las profundas divisiones en el seno de la Unión, donde los países del norte, más ricos y liderados por Alemania, se muestran reacios a acudir en ayuda de los países del sur, ahogados financieramente por una deuda excesiva y sometidos a políticas de austeridad. De hecho, según AFP, un test de solidaridad, cuyos resultados no se han dado todavía a conocer, ya ha revelado profundas grietas en el proyecto europeo, que no goza de gran prestigio en la opinión pública, que ve Bruselas como un mundo distante y burocratizado.
«Actualmente, la UE sufre graves dificultades económicas y problemas sociales considerables», admitió Jagland, quien, no obstante, agregó que sus aportaciones en el ámbito de la paz, la democracia y los derechos humanos contribuyeron a transformar Europa «de un continente en guerra a un continente en paz». «Hoy en día, una guerra entre Alemania y Francia es impensable», sostuvo.
Además, consideró que la UE, que era una de las favoritas para hacerse con el premio, influyó en la llegada de la democracia a Portugal, Grecia y el Estado español y en el fin de la división entre Este y Oeste al término de la Guerra Fría y «ha reforzado» la reconciliación en los Balcanes con la admisión de Croacia como miembro en 2013, las negociaciones con Montenegro y la concesión del estatus de candidato a Serbia, además de haber contribuido a la «democracia en Turquía».
Pero, para algunos analistas, se trata de un «poder blando» y una «diplomacia de influencia», ya que a pesar de los avances logrados la situación en Turquía se ha estancado y las tensiones persisten en los Balcanes, donde Macedonia no puede iniciar negociaciones de adhesión a los Veinti- siete ante la falta de acuerdo con Grecia sobre su nombre.
Alerta sobre una ruptura
«No podemos solucionar los problemas económicos de Europa. Pero queremos recordar a los europeos lo que pueden perder si la UE se rompe», advirtió Jagland, quien dijo estar convencido de que «una gran mayoría» de la población de los estados afectados por la crisis y donde está habiendo protestas por los recortes impuestos desde Bruselas está a favor de permanecer en la UE.
Los Veintisiete son a menudo objeto de burla por su incapacidad de hablar con una sola voz, lo que ayer volvieron a demostrar tras la concesión del Nobel de la Paz, aunque todos ellos coincidieron en que se trata de un reconocimiento a los valores de dignidad humana, libertad, democra- cia, la igualdad y respeto al Estado de Derecho y a los derechos humanos, «absolutamente fundamentales» para a UE.
El primero en reaccionar fue el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, media hora antes de que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, compareciera públicamente y de que el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, irrumpiera también a través de Twitter. No fue hasta media hora después que Barroso y Van Rompuy emitieron un comunicado conjunto, lo que no fue óbice para que continuara el goteo de reacciones individuales de la representante de la UE para las Relaciones Exteriores, Catherine Ashton, y varios comisarios, que incidieron en la importancia de la cooperación.
Sin embargo, todos coincidieron en señalar que es un «gran honor» para la UE recibir este galardón. Barroso interpretó que con este Nobel la llamada comunidad internacional pide a los líderes comunitarios que mantengan su proyecto a pesar de las «tensiones» provocadas por la crisis: «la UE es algo muy valioso que debemos conservar, por el bien de los europeos y también por el bien de todo el mundo».
Barroso y Van Rompuy resaltaron que Europa fue capaz de «superar las guerras y las divisiones para juntos formar un continente de paz y de prosperidad» y que «no es solo un premio para los proyectos y las instituciones, sino para los 500 millones de ciudadanos que viven en nuestra Unión».
También se congratularon los líderes europeos. La canciller alemana, Angela Merkel, consideró que el galardón supone un «impulso al euro», como idea que va más allá de la mera «unión monetaria», y al proyecto europeo. El español Mariano Rajoy lo consideró un «estímulo» para avanzar en la unión política, económica y monetaria, mientras que Roma y Londres destacaron el reconocimiento a la promoción de la paz y la reconciliación.
En parecidos términos se expresó el excanciller Helmut Kohl, uno de los padres del Tratado de Maastricht, que lo recibió como «una confirmación del proyecto de paz de Europa» y un aliento para continuar desarrollándolo pese a los problemas por superar.
Por su parte, el expresidente de la Comisión Europea Jacques Delors confió en que sirva para ahondar en la cooperación entre los Veintisiete pese a la grave crisis económica que sufren.
La nota discordante la puso el euroescéptico presidente checo, Vaclav Klaus, que tildó el premio de «error trágico» y dijo haber pensado que se trata de una «broma». Otro euroescéptico, el líder del grupo Conservadores y Reformistas en la Eurocámara, Martin Callanan, dijo que el premio, que estimó que es un galardón a «la armonía y la paz en las calles de Atenas y Madrid», debía de haber sido concedido a la UE hace veinte años.
Pero aunque la UE es el principal contribuyente a la ayuda al desarrollo, lidera la ayuda humanitaria ante desastres naturales o conflictos, trata de promover el buen gobierno, la salud y la educación, especialmente en los países menos estables y realiza misiones de «prevención de conflic- tos», el Nobel de la Paz le ha sido otorgado en un momento en el que la opinión pública siente un cierto cansancio con respecto a la ampliación y Europa se encuentra contraída por sus problemas internos y su propia responsable de Exteriores es criticada por su falta de iniciativa y su incapacidad de superar las divisiones de los 27 en relación a los grandes dosieres en política exterior.
El primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, al frente de una coalición dividida sobre la cuestión europea, felicitó a la UE pero excluyó de nuevo una adhesión de su país al bloque.
El británico Partido por la Independencia, que aboga por salir de la UE, afirmó que la concesión del Nobel al bloque comunitario, donde el euro ha provocado «más violencia y divisiones que nunca», desprestigia el galardón.
Lyudmila Alexeeva, exdisidente soviética defensora de los derechos humanos y una de las favoritas junto a otros activistas rusos para obtener el premio, criticó la concesión del Nobel a la UE, «una enorme organización excesivamente burocrática».
Al frente del comité que otorgó el Nobel a la UE está Thorbjoern Jagland, un ferviente europeísta que cumple el papel de electrón libre en una Noruega con espíritu esencialmente insular y ha pasado gran parte de sus 61 años tratando de atraer a sus compatriotas a la causa europea.
Mo Yan, el primer galardonado chino con el premio Nobel de Literatura ya que Gao Xingjiang había obtenido la nacionalidad francesa cuando lo obtuvo en 2000, recibió elogios pero también las duras críticas de los disidentes que le acusan de no merecer el galardón y de ser un intelectual del régimen. Desde su localidad natal de Gaomi replicó a sus detractores que si hubiesen leído sus libros habrían visto que los escribió «bajo una gran presión» y asumió «grandes riesgos», y se defendió diciendo que ha recibido «un premio literario, no un premio político».
«Algunos dicen que debido a mi estrecha relación con el Partido Comunista, yo no debería haber recibido el premio. No me parece convincente», agregó.
Además de su cercanía al régimen por su pertenencia al Partido Comunista Chino (PCCh), sus detractores le critican no haberse pronunciado en defensa del premio Nobel de la Paz 2010, el disidente Liu Xiaobo -cuya liberación confió ayer en que se produzca pronto-, y su participación en un homenaje a un discurso de Mao Tse-tung de 1942 que defendía el control de los intelectuales. Al respecto, indicó que «algunos comentarios de Mao sobre el arte eran razonables, como los que pronunció sobre la relación entre el arte y la vida».
El autor de «Grandes pechos, amplias caderas» recibió duros ataques de escritores chinos disidentes como Liao Yiwu, considerado como el poeta de la masacre de Tiananmen, que lo tildó de «canalla», y del destacado artista disidente Ai Weiwei, quien señaló que Mo Yan «se coloca siempre del lado del poder».
«Escribo en una China dirigida por el Partido Comunista», se defendió el galardonado, que añadió que «mi trabajo desde 1980 muestra claramente que escribo desde una perspectiva que el ser humano». «Creo que muchos de mis detractores no han leído mis libros», aseguró.
Frente a las críticas de la disidencia intelectual, Mo Yan recibió también las felicitaciones del Gobierno y del responsable de propaganda del PCCh, Li Changchun, quien dijo que el triunfo del escritos es un reflejo de «la prosperidad y el progreso de la literatura, así como la fuerza nacional y la influencia cada vez mayores» del país. GARA