Occidente también maquina en Líbano, un país en la diana de las potencias mundiales
Tras la muerte en atentado del jefe de inteligencia libanés, Wissan al-Hassan, la lectura que hicieron los medios del mainstream internacional fue clara: el presidente sirio, Bashar al-Assad, está internacionalizando el conflicto de su país como una táctica de supervivencia. Como si de un mantra se tratase, todos vieron la larga mano de al-Assad agitando las turbulencias domésticas como aviso. El mensaje, según esta tesis, era evidente: el precio a pagar por su derrota sería una guerra regional a toda escala. Lo que no mencionaron esos medios, por contra, es que Occidente -mediante los petrodólares de la satrapía saudí- también explota las divisiones sectarias y está maquinando para conformar una nueva mayoría que margine a Hizbulah.
Líbano es hoy un pequeño país en el punto de mira de las grandes potencias, con una guerra civil larvada. Y lo peor es que el sentimiento general indica que el futuro puede traer algo bastante peor. Una guerra civil, regionalizada sobre el antagonismo entre saudíes e iraníes, con las potencias mundiales azuzando el fuego. No es una predicción de catástrofe, pero los problemas, y muy serios, se avecinan a la velocidad de la luz.