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Los golpes de un boxeador sonado

Por unas horas -la noticia pasó pronto a segundo plano para la mayoría-, los medios españoles recuperaron ayer titulares que, por puro sentido común, deberían ser ya de otra época: «Descabezada la cúpula», «redada contra la cabeza de la serpiente», «golpe a ETA»... ¿Golpe? Lo sería sin duda si el Estado hubiera logrado con ello evitar nuevos atentados, pero no es el caso porque ETA concluyó su actividad armada hace justo un año. También se podría interpretar en esa clave de victoria-derrota si ambas partes siguieran manteniendo un soterrado pulso militar, pero tampoco es así: ya hace muchos meses que ETA no se dirige al Gobierno español en términos de confrontación, sino con la mano tendida para el diálogo. Como tercera opción, cabría aceptar incluso que es un «golpe» si se tratara de una provocación a ETA, pero tampoco así tiene sentido alguno la redada hispanofrancesa, porque está más que claro que la organización no va a caer en trampas.

Madrid y París, por tanto, golpean al aire, como lo hace un boxeador sonado. Y es más, en su desorientación se golpean a sí mismos, dañando su credibilidad ante la sociedad vasca y la comunidad internacional, los dos terrenos en que se ventila ya la batalla política ineludible desde el 20 de octubre del pasado año.

Sobre lo que ocurre en Euskal Herria no hay que extenderse mucho, porque los resultados de los comicios están muy frescos y dejan en su sitio a un PP absolutamente groggy: quizás no haya otro caso en el mundo de un partido que disponga de mayoría absoluta a nivel estatal pero que en uno de los territorios internos alcance cotas tan ínfimas de adhesión popular (diez de 75 parlamentarios, el 13,3%). Y en cuanto al impacto internacional, un año después de Aiete y con esta nueva redada ante los ojos, la comunidad que lideró Kofi Annan debe de estar preguntándose ahora qué palabra del segundo punto de su mensaje no entienden estos dos estados: «Si dicha declaración [la de ETA] fuese realizada, instamos a los gobiernos de España y Francia a darle la bienvenida y aceptar iniciar conversaciones para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto».

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