Josu MONTERO Escritor y crítico
Viejos poetas
De lo irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiera aguantar más». Acaso sea por la melancolía en que me sume el día de los muertos, he abierto la Poesía Completa de ese hijo bastardo de la utopía, criado por puritanos revolucionarios, que fue Roberto Bolaño. Abrir un buen libro por cualquier página siempre conforta, o tal vez nos hunde un poco más en nuestras ciénagas interiores. Bolaño gana batallas después de muerto; y además se libra del asquito que le produciría verse convertido en superventas. Probablemente sea con los aún vivos Auster, Houellebecq y Murakami, el poker de novelistas de moda. Curiosamente los dos primeros acaban de publicar sus Poesías Completas en castellano; poesía destinada a un consumo masivo, publicada por editoriales gordas que normalmente no publican poesía. La de Murakami caerá tarde o temprano. Tres triunfadores. Bolaño palmó a tiempo, un perdedor que sólo estaba comenzando a dejar de serlo. También acabó siendo un outsider uno de los últimos intelectuales de verdad de esa España que sólo aspira a vender su marca de saldo en el mercadeo europeo. Agustín García Calvo murió el 1 de noviembre. Intempestivo libertario cuyas docenas de libros -casi todos en su editorial, Lucina- hay que buscar con lupa en librerías atiborradas de quincalla. Filosofía, teatro, poesía, panfletos, traducciones de clásicos, estudios sobre el lenguaje, ese que no hablamos sino que nos habla. Sólo nos quedan Sastre y Ferlosio. En uno de sus últimos poemas, Bolaño aconsejaba a su hijo Lautaro: «Lee a los viejos poetas / Nómadas abiertos en canal y ofrecidos a la Nada». Dado que ya es demasiado tarde para salir indemnes de la pesadilla, pediremos a los viejos poetas que nos alumbren.